El cine siempre tiene algo que decir

Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez

 

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Foto: Diana Alcántara

¿Por qué y cómo seleccionar películas para ver? La razón no es siempre lo primero que pasa por la cabeza de alguien cuando elige ver o conocer más sobre un proyecto cinematográfico. Entretenimiento, diversión, pasar el rato, porque la recomendaron, porque es lo que hay, porque suena bien, porque se ve bien, porque sale alguien conocido, porque ha ganado premios en festivales, porque dicen que es buena, porque hay que hacer algo, porque me interesa; estas son sólo algunas de las tantas motivaciones, todas válidas, si bien cabe mencionar.

Hay tantas películas como estrellas en el cielo. La oferta es vasta y, gracias a la tecnología, las salas de cine o la televisión no son los únicos vehículos por los cuales es posible acercarse a la cinematografía en la actualidad. Si bien hay razones varias por las se realiza un proyecto de cine, explorar y hablar sobre las relaciones y la condición humana, conocer realidades a través de los documentales, crear historias divertidas para la familia o ahondar en la vida de personajes públicos, son sólo algunas de ellas; las mismas razones existen también para elegir verlas.

 

¿Son los clásicos del cine propuestas que “obligadamente” “debemos“ ver? La pregunta reconoce cuestiones importantes para analizar; finalmente un “clásico” es una obra cuya significación no se llega a agotar. Estas películas aportan algo especial al séptimo arte, su innovación sonora, visual, de narrativa, de actuación o de realización, pero también aportan al espectador en su experiencia de acercamiento (empatía, reflexión, análisis y cultura). De algunas se habla más o se habla menos, según su impacto social o cultural. “El Cantante de Jazz” (EUA, 1927), por mencionar una de ellas, es trascendente dada su importancia en la transición del cine mudo al sonoro.

 

Las historias que se han ubicado dentro de este rubro (películas clásicas o importantes para la industria cinematográfica), han sido determinadas así tras un análisis meticuloso (de contenido, técnica de realización e impacto) a cargo de estudiosos y otros realizadores de cine; una fuente importante es el American Film Institute (AFI), instituto de cine de EEUU, encargado de preservar material cinematográfico.

La relevancia fílmica, pero también la social y cultural de estas películas, existe por su capacidad para contar historias trascendentes, ya sea por su discurso de contenido o por el trabajo realizado por el equipo a cargo de éste. “Lo que el viento se llevó” (EUA, 1939), por mencionar un ejemplo, no es grande, cinematográficamente hablando, sólo por sus estrellas protagonistas, Clark Gable y Vivien Leigh, tampoco lo es por su superproducción de millones de dólares, ni por su colorido, vestuario, ambientación histórica (la Guerra de Secesión) o la labor de su(s) director(es), Victor Fleming (George Cukor y Sam Wood también participaron en algún momento realizando trabajo de dirección durante la producción). “Lo que el viento se llevó” es la suma de sus partes, y algo más, por eso verla es elegir observar todos estos elementos en conjunto, trabajando en uno solo, el cine (aunque ello no significa ni asegura que la película guste o no).

Cada relato cinematográfico, sea catalogado como clásico o no, tiene un mérito propio en su historia y en su realización, el poder contar algo a través de imágenes en movimiento acompañadas de sonido; ello significa de antemano un valor agregado cuando se ve una película, porque verla es aprehender lo bueno y lo malo del proyecto, en sus actuaciones, su historia o la forma convincente con la cuenta su mensaje, entre otras cosas.

Tal vez la percepción de una persona a otra, en cuanto a una misma historia, cambia, tanto por las diferentes perspectivas de cada individuo, basadas en su conocimiento y experiencias, como por las razones por las que se elige ver tal o cual película. A veces una historia, por muy simple que parezca (en su contenido, estructura o trama, o dentro de su presupuesto, producción o realización), si se ve con el fin del entretenimiento, por ejemplo, y ello se logra, ya ha cumplido su cometido y ha valido la pena verla y hacerla.

 

Cada quien decide por qué es importante ver una película, qué tanto se queda en su mente a partir de ella y en su aprendizaje, o cuál es el eco que deja la historia y el crecimiento de los personajes en su interior. La importancia de las historias cinematográficas, y de verlas, consiste en que a través de ellas el espectador se acerca a una mirada de la forma en que se percibe el mundo según el contexto en el que se realizan. Expresión y percepción en el modelo más básico de la comunicación: “emisor-mensaje-receptor”.

Antiguas, modernas, paródicas, futuristas o artísticas, todas las películas tienen algo que decir y todas tienen un sustento en su construcción (por muy exagerada que a veces parezca su desarrollo, trama, personajes o universo creado); ficción o realidad, la base de cada historia recae en la forma de expresar y de explorar la realidad a través de su construcción fílmica, trayendo con ello reflexiones y críticas sobre el desarrollo tecnológico, cultural, social o político, por mencionar algunos cuantos.

¿Qué nos anima a ver películas y qué se aprende de ellas? Muchas razones y muchas cosas. Buscar algo diferente y buscar variedad tal vez sea la clave de todo, mientras ver cine tenga una razón en nuestras vidas.

Foto: Diana Alcántara

Foto: Diana Alcántara

Diana Miriam Alcántara Meléndez | diana@filmakersmovie.com | México

Guionista y amante del cine, ha estudiado Comunicación, Producción y Guionismo a los largo de los años con el fin de aportar a la industria cinematográfica una perspectiva fresca, entrenada y apasionada. Actualmente cursa un Máster en Comunicación, Periodismo y Humanidades a propósito de enriquecer su mente y trabajo

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