Juan Gabriel, la promesa del amor eterno

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Por: Iván Uriel Atanacio Medellín

 Fervor, la entrega, el ídolo…

El homenaje a Juan Gabriel, ha sido un caleidoscopio de emociones, envuelto entre el dolor de su despedida y la celebración de su vida, el fervor a la expresión artística que cobija las estímulos de un público que sufre y goza las canciones que delineó, como una invitación constante por abrazar los sentimientos; la provocación de la confesión, la seducción de la promesa, el dolor, el llanto, la desesperación por el desamor; el beso, la caricia y la felicidad con domicilio en uno mismo y en el entorno que lo habita. Juan Gabriel es la figura más entrañable de la música popular mexicana, su historia de vida mostró la fragilidad de la circunstancia, las barreras del entorno, los horizontes cobrizos de la sociedad donde abriría paso su lírica, en composición asequible, y compleja  en la intencionalidad.  Su rango vocal alcanza matices de fuerte histrionismo, una personalidad sencilla, honesta y mística al mismo tiempo.

No podríamos entender la magnitud del impacto de Juan Gabriel como referente, si no atendemos a su dualidad musical, intérprete y compositor. Un cantautor que tuvo la capacidad de anidarse dentro del imaginario cultural latinoamericano, vertido en el carisma de sus diversos dones cual parábola de los talentos: compositor y cantante, hombre espectáculo. En la historia de la música grabada en español, muchas y muchos cantantes han alcanzado un poder de convocatoria extraordinario, algunos de ellos han trascendido su propia época y sido vigentes por décadas, sin embargo, muy pocos pueden catalogarse como ídolos populares.

Juan Gabriel es un icono incuestionable, pero también abriga el cariño de su público, la admiración de otros públicos y el reconocimiento general de la industria de la que formó parte. Sea su sencillez, su humildad, sea su origen que se comparte con el sendero trágico, de lucha y esfuerzo de su audiencia en la vida cotidiana. Hay ídolos populares inalcanzables y alcanzables, ambos proceden admiración y fascinación, es el sentido de la atracción que los hace únicos y deseables, que llegan al punto de la figurada adoración como expresión del sentimiento, generan el seguimiento de multitudes, estilos, formas de ser, formas de ser percibidos.

Alberto Aguilera Valadez, fue siempre de ambos estilos, inalcanzable desde su vida personal, y alcanzable para su público en cada concierto, en sus letras, en su música, y en la empatía, en la casi epifanía de algunas de sus canciones. La gente en verbena popular afuera del Palacio de Bellas Artes por más de una semana, y al corte de este artículo, en los albores de su homenaje en el recinto que hizo su templo, es una muestra de esa energía que se despliega hacia a alguien que uno sintió parte de su vida y que nunca pudo ser parte de la suya más que en los aplausos, pero que lo somos de alguna forma, desde el momento en que escuchamos sus canciones.

La noticia sacudió a los medios de comunicación, generó dudas, emociones, confusión, y después, se esparció entre la incredulidad y el asombro,  vinieron la asimilación, la tristeza, después el gozo, la celebración. La demanda por su cuerpo presente, la angustia de no verlo, sería más tarde la calma de saber que era su propia voluntad ser incinerado; luego las imágenes de sus cenizas cruzando en caravana y en cortejo fúnebre, el puente que separa la tan honda diferencia entre el vecino país del norte y México; esa frontera que es sin duda, generadora de contracultura y nuevas expresiones culturales de nuestro país de un lado y del otro del puente; el recibimiento para el nuevo adiós, o el hasta siempre. Las televisoras buscan los mejores ángulos, el morbo y la curiosidad copa el ambiente, la búsqueda de información, cámaras, micrófonos, las ofrendas, las fotografías, la imagen de su pueblo y el eco de voces corales estremeciendo el momento.

Un altar dispuesto, una fotografía del divo, y una corona de 500 rosas blancas enviadas por  Luis Miguel, fueron el ornato sencillo, sobrio y acogedor que refugió las emociones del servicio religioso ante la llegada de los restos del ídolo a su querida Ciudad Juárez, la que lo vio crecer musicalmente, la que lo bautizó y en donde el propio cantante, pudo vivir junto a su amor eterno. 

Las etapas de su viaje, las estaciones…

Encuentro en su carrera cinco etapas marcadas tanto en su estilo musical, como en los atuendos que liberaban por completo al artista consumado. La primera va desde sus inicios y primer disco en 1971, hasta 1980, año en que publica el primero de sus «Recuerdos». En esta etapa el artista irrumpe, sus letras tienen el poder del contagio, y su tierna personalidad asiste ingenua, frágil, el amaneramiento del que muchos lo acusan no hace sino darle mayor autenticidad; su música encarga sus primeros himnos, y cada una de las líricas deduce lugares propios del mito, estados de ánimo y los datos biográficos de la súplica que caracterizará esa  mano extendida ante su audiencia.

La segunda etapa es la que ronda la cumbre, de 1980 hasta 1986. Este inicio de década cimbra por completo su carrera, y tiene justo al medio sus momentos más célebres, la grabación de «Querida«, su máximo éxito como intérprete, y «Amor Eterno«, su obra cumbre como compositor. Juan Gabriel se confirma, deja los trajes ceñidos y la corbata, para vestir su ya clásico suéter rojo, y mostrarse tal cual es, en esta etapa encumbra a sus intérpretes femeninas y cierra con la grabación de un himno más, «Hasta que te conocí».

Después, vendrán los años del silencio en los estudios de grabación, de 1986 a 1994, silencio cuyos ecos hicieron escuchar un sencillo de nueve minutos de duración que juega con las palabras incompletas y  arreglos dinámicos, «Debo hacerlo«.

Casi una década dejó de grabar álbumes, en esos años a nivel personal se convierte en padre, y al mismo tiempo protagoniza dos sucesos muy importantes, uno en televisión, y otro en un escenario vital de la cultura en México.

La presentación que tuvo en un programa televisivo en vivo en 1988, con duración de ocho horas, demuestra que la vigencia está más que viva en el impacto de su música, literalmente la noche se hizo día en la transmisión; el público le aguarda, testigo del momento quizá climático de su carrera, su polémico pero exitoso concierto en Bellas Artes en 1990, un hito, un instante grabado en la memoria colectiva del imaginario musical mexicano. Una cuarta etapa continúa hasta 1999.

En 1994 Juan Gabriel vuelve a grabar, su disco «Gracias por Esperar«, álbum que muestra una nueva forma de interpretar su música, con modernos acordes, cercanos al house, incluso al hip hop, su propuesta causa interés, una nueva forma de hacer música que sorprendió pero quizá, asustó a sus seguidores más apegados a la balada y al mariachi. No obstante, acostumbrados a un cantante que se reinventa, es el atuendo del ídolo y no su estilo lo que causa revuelo,  colores y luces visten por completo al nuevo Juan Gabriel, que con toda fuerza se abre al mundo con su bríos y energía. Esta etapa que incluye reencuentros musicales con sus intérpretes y el regreso a Bellas Artes en 1997, así como el clásico «Así Fue» en 1999, cierra década y milenio hacia los albores de una etapa completamente vestida por la admiración y la renovación constantes.

El nuevo milenio advierte a un Juan Gabriel entregado a sus letras, «Abrázame muy Fuerte«, «Te Sigo Amando«, serán algunas de las canciones que el divo ofrecerá la primera década del siglo XXI. Esta cuarta etapa se extenderá hasta el año 2013, cuando realiza su tercera y última visita a Bellas Artes.

Y para mí, la quinta etapa pudiera abarcar sólo de 2014 a 2016, pero es justo cuando graba sus discos de duetos, cuando se dispone a promover su producción de etiqueta, y cuando más voces avistan continuar la colaboración musical, justo cuando vuelve a dominar las listas de popularidad y ventas, el divo muere e inicia su leyenda que no es póstuma sino viva.

Recordamos así a uno de las figuras más importantes de la historia musical de México y América Latina, reside ya en el olimpo nacional de los grandes compositores, y también en el de los grandes intérpretes; pero al igual que Pedro Infante, quien ocupa un nicho único, pues además de intérprete era un actor consumado, para mí Juan Gabriel reside un nicho propio, el del más popular cantautor mexicano.

Gracias y hasta siempre maestro. 

IvanUriel 2016

Foto: Iván Uriel

Iván Uriel Atanacio Medellín | elsurconovela | ivan@filmakersmovie.com | México

Iván Uriel Atanacio Medellín es un escritor, productor, director y politólogo, especialista en sistema político, desarrollo social y migración. Su novela “El Surco, historias cortas para vidas largas” describe los senderos migrantes, cuya narrativa innovadora ha sido reconocida como la aportación mexicana a la literatura posmoderna latinoamericana. Ha diseñado políticas públicas, programas académicos y sido conferencista en diversos congresos internacionales. Su motivación logra la creación del documental “Tú Ciudad…Tus Derechos” y Filmakersmovie.com

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