Emilia Pérez, 2023 Dir: Jacques Audiard

Por: Andrés Palma Buratta

Vamos a pasar por alto la aburridísima y naif polémica sobre las habilidades en español de Selena Gómez, o si la cultura e idiosincrasia mexicana está bien o mal retratada, e incluso si el tema de la violencia está bien abordado o no.

Difícil análisis. Lo primero, decir que la película no es un bodrio ni una falta de respeto a la mexicanidad ni una muestra de insensibilidad con la violencia generada por los narcos, como he leído en ese submundo crítico de filmtwitter. Tampoco es la mejor, o de las mejores películas de Audiard, que años atrás sí nos deslumbrara con Sur mes lèvres, Un prophète o De rouille et d’os, aunque ya desde entonces se podía entrever una falta de equivocación en su cine. ¿A qué me refiero? Audiard cae en el «catolicismo» del cine, donde la culpa, la redención, la expiación de los pecados y la vida eterna (en el caso de Emilia Pérez bajo las pestes de una virgen) no deja aire al error humano o al error del propio director. Audiard se ha aprovechado de manera efectiva y efectista de ese dramático realismo crudo tan propio de la «pornomiseria» que magistralmente Mayolo y Ospina plasmaran en Agarrando Pueblo y que tantos premios ha entregado a este lado del charco,  para ganarse los suyos y agradar las elites europeas. Su cine es una suerte de neo colonialismo que se aferra a la desazón que vive la sociedad hoy día cuando ve que por más que grites nada cambia, y que solo a través del derramamiento de sangre la humanidad puede progresar. Quizás se dio cuenta que el drama marginal no era lo suyo y quizo entrar en un terreno más de experimentación de formas, pero sobre todo de tonos. Ya lo intentó en The Sisters Brothers, pero la comedia no es para Audiard, definitivamente. En Emilia Pérez hay un claro ejemplo de esta experimentación, religando el tema de la violencia y la desaparición de hombres, mujeres y niños a manos de bandas criminales organizadas en México, con una opereta lánguida falta de ritmo, pero sobre todo de pobre composición, y una telenovela mexicana de las 4 de la tarde, donde extrañamente, la película se mueve mejor.

Vamos a pasar por alto la aburridísima y naif polémica sobre las habilidades en español de Selena Gómez, o si la cultura e idiosincrasia mexicana está bien o mal retratada, e incluso si el tema de la violencia está bien abordado o no. A su defensa hay que decir que hay mucho cine mexicano que aborda la extrema violencia del narco de igual o peor manera que lo hace esta película, es cosa de ver La Civil, dirigida por una directora y guionista rumana residente en Bélgica,​ un culebrón meloso que diluye el problema como miel en el té. Parece que la violencia en México se convierte en un especie de comodín, una suerte de afiliación a la Unicef, para que los directores extranjeros hagan su obra de caridad porque pobrecitos los mexicanos parecen que sufren y nadie ha hecho una película buena de eso.  Bueno ya, pero también cualquiera de Amat Escalante o Michel Franco tan premiados como Audiard en Europa, o Temporada de Huracanes de Elisa Miller, una coctelera de morbo y tragedia excesiva que cansa a los 10 minutos. Si a Audiard se le culpa que por no ser mexicano no conoce la realidad del país y por ende no sabe representarlos con todos sus claro oscuros, a Miller, Franco y Escalante se le puede achacar que son unos ricos privilegiados que usufructúan del pueblo de la sierra mexicana azotada por esa extrema violencia.  Pero también es justo decir que el cine mexicano lleva años retratando la problemática y hay otro cine que sí afronta la temática de manera maravillosa, véase El Violín de Francisco Vargas, Noche de fuego, Sin señas particulares, La libertad del diablo, en fin, hay mucho y muy buen cine para tomar conocimiento y conciencia. Repito, no entraremos en ese soporífero debate, esta película la pudo haber dirigido cualquier mexicano y no te asegura que hubiese sido mejor.

Quizás uno de los mayores problemas de Emilia Pérez, sea la moralina que instala desde el primer minuto su relato. Esa exacerbada necesidad de enjuiciar el mensaje volviéndolo tan obvio que todo se vuelve predecible y no permite ulteriores lecturas, o mayor libertad a la hora de deambular por los terrenos escabroso y más difícil de juzgar tanto de la realidad, como de toda la temática trans que hila la historia. La infamia, el terror, el horror, las zonas erógenas (hay un pudor casi católico del director en mostrar el cambio de sexo de la protagonista) no dan paso a segundas lecturas. La arcaica idea de redimir a tu personaje. Por eso Sean Baker en Red Rocket logra construir un personaje moralmente cuestionable e incluso odiable pero sincero, por eso Baker es de lo mejor que ronda en los cines últimamente. Nuevamente a favor de Audiard, mucho cine mexicano también peca de ese exceso de emancipación, o al contario lleva el relato a niveles tan grotescos que el europeo no quiere ver. ¿De qué manera retratamos la violencia sin caer en esa moralina típica de documental antropológico y político donde el mensaje se interpone constantemente?. Yo creo que el director, en algún minuto, sintió una verdadera impotencia por lo que sucedía en México, de corazón, sinceramente, le dolió y decidió levantar su voz, para saciar su necesidad de justicia; seguramente sintió la obligación, de manera egoísta e ignorante (del fondo del origen de la violencia en México) de dejar su testamento. Resultó un experimento hidropónico, sin raíces. Quizás su siguiente película esté ambientada en Gaza porque Audiard no soporta la injusticia y necesita que Cannes vea que él es un director socialmente responsable y así pueda recoger el benevolente saludo y ovaciones de 9 minutos de parte de los críticos y cineastas snob que van al festival de Cannes mientras toman vino y comen ostras en la Croisette condenando la violencia venga de donde venga. Pero una violencia digerible, no vaya a afectar la digestión de la bouillabaise. Finalmente, Audiard, convierte a Emilia Pérez en una película que provoca a los piadosos pero que al mismo tiempo sea soportable para competir por los premios en todo el mundo y ganarlos, obvio. Una buena estrategia de discurso buenista.

Un pequeño paréntesis, los y las directoras de cine no son profetas ni sabios sociólogos a los cuales hay que creerle todo lo que ampulosamente dicen. No. Es gente con los mismos niveles intelectuales de muchos de nosotros que incluso resultan ser bastante más reaccionarios que el peor político de derecha, o de izquierda.

Pero volviendo a Emilia Pérez, la cual, a pesar de todo, no me molestó en absoluto, a pesar de convertir a sus personajes en eso, personajes, interpretaciones, mascaras barrocas, cargándole la mochila con miles de conflictos éticos, morales, emocionales, financieros, de pareja, de profesión que puede tener, que se yo, Emily en París, por ejemplo. No sé si me explico. El problema de estas narraciones es que se olvidan del “menos es más” y quieren llenar de capas dramáticas a sus personajes, para que la vida se les haga más pesada. El drama, entonces, se hace más ancho, pero no más espeso.  Pero lo que más le faltó a Audiard al momento de imaginar su musical, fueron los corridos tumbados. Le faltó cumbia rebajada, le faltó trap, le faltó entender que México no se cuenta a través de una opereta francesa recitada sobre tambores afro cubanos (en el mejor de los casos), sino que necesita ritmo, atmosfera, le faltó olor, color (no el color sepia), ritmo, aire, música, música que se escucha aquí, en todos lados, a todas horas, esa banda sonora que te acompaña cada vez que recorres México. Le faltó raza, le faltó banda. Y eso que, al principio, con esa mezcla de mariachi, música electropop y el mítico voceo de “Se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que venda” proveniente de destartalados altoparlantes sobre viejas trocas pintaba bien. Pero eso desapareció a los 5 minutos. En realidad, a todos los países por donde se mueve la historia le falta su identidad musical. En Londres uno esperaría una secuencia punk al ritmo de Sex Pistols o The Clash, y si no, bueno, por último, un balada estilo Adele. En Bangkok, cuando Zoe Saldaña va a visitar la primera clínica para realizar el cambio de sexo de su jefe, era la oportunidad perfecta para escenificar una coreografía de bailes tailandeses multicolores y frenéticos. Pero no, se optó por unas cancioncitas sobre pianitos de stock. Mis subtítulos, en las partes musicales, decían “Música coral etérea”. Creo que no hay mejor adjetivo que eso para describir este muy buen musical de Disney con una adolescente Selena Gómez sufriendo por amor. Extrañamente, como decía al principio, ese es el terreno donde mejor funciona la película. Cuando Emilia Pérez se asume como una novela de Televisa de las 4 de la tarde, con tintes de comercial de Carnation, con esa manía caricaturesca de la familia mexicana que come chilaquiles sentados en la mesa de la cocina, mientras se miran sospechosamente los unos con los otros, saliendo del drama social y vagabundeando los pantanos del melodrama es donde mejor resalta la figura de Karla Sofía Gascón, de muy buena actuación dicho sea y de Selena Gómez, que finalmente interpreta de forma correcta a una infantil e inmadura esposa de narco. Y entonces, hasta te entretienes de verlas cantar y bailar. Pero cuando las música cesa, vuelves a ver ese infantil e inmaduro retrato de México. El final es pura desesperación por provocar redención, efecto boomerang, que los malos paguen por sus pecados, y todo el mea culpa que jamás va a existir.

Emilia Pérez, 2023 Dir: Jacques Audiard

Andrés Palma Buratta |  IMDb @andrespalmab

Director y guionista italo-chileno, nos transporta al mundo distópico de una sociedad subterránea en su película Cassette, presentada en el Festival de Cine B, Cineteca Nacional de Chile y el Museo de la Ciudad de México. Ha participado en la producción de la película chilena “Una parte de mi vida” elogiada por la crítica. Su sensibilidad y lucha por defender los derechos humanos lo llevan a realizar el documental “Tú Ciudad…tus derechos”, para la CDHDF. Autor de historias sencillas y profundas. Desarrolló  la serie #HoySoyNadie, para Televisa Networks, fue director de Camaleón Films, dirige Filmakers Media Content.

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