Exterminio
Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez

La ira es enojo, pero con deseo de venganza; un enfado tan grande que lleva a la violencia, lo que implica poner al ser en un punto de ebullición, específicamente en su temperamento, y mientras su enfado o indignación pueden ser razonados, o razonables, su reacción tiende a resultar en un acto más reaccionario y visceral, es decir, actuar con saña, rencor, alevosía y crueldad.

La idea es lo que rodea el trasfondo de Exterminio (Reino Unido, 2002), o 28 Days Later (28 días después), título original que hace relación a los días que han pasado desde que un virus ha infectado a las personas en Reino Unido, volviéndolas violentas y peligrosas, que es el escenario donde se desarrolla la película, escrita por Alex Garland y dirigida por Danny Boyle. Los actores que protagonizan son Cillian Murphy, Naomie Harris, Brendan Gleeson, Christopher Eccleston y Megan Burns, quienes interpretan a un grupo de sobrevivientes huyendo de la catástrofe, el caos y la destrucción de su sociedad, y lidiando, al mismo tiempo, con el mundo sin reglas que tienen enfrente, consecuencia de la destrucción.

 

Todo inicia con un experimento en un laboratorio al que activistas ambientalistas llegan para liberar a los primates con los que se está estudiando su reacción a la violencia, exponiéndolos a imágenes de guerra y conflictos. El problema es la impulsividad de acción de los activistas, quienes en lugar de pensar las consecuencias de sus actos, pugnan por dejar libres a los animales aparentemente para que no sean objeto de malos tratos o de tortura. El plan de esta gente es liberar indistintamente a los animales, sin notar que no se trata de enviarlos simplemente de vuelta a su hábitat, sino dejar al descubierto el virus con el que han sido infectados y del que no se tiene control. No se rescata con consciencia, más bien se procede respondiendo a intereses arrogantes y soberbios, al vanagloriarse por el acto de creer estar haciendo lo correcto en lugar de asumir la responsabilidad misma de hacerlo; sentirse bien con ellos mismos en lugar de pensar el bien o el mal que traen sus acciones, o todo lo que implica que los animales estén cautivos y encerrados en primer lugar.

Personas actuando para su propio beneficio antes que el de los demás, individuos creyendo que son poseedores de la verdad, personas engañándose de que hacen el bien; misma actitud que pueden tomar también los científicos que están detrás de las pruebas, cuando en realidad su interés es más personal que social. Y esta actitud sólo puede resultar el algo inminente: un choque que se convierte en caos y un caos que se convierte en devastación.

Es entonces cuando entra en la historia Jim, un hombre que acaba de despertar de coma, 28 días después de que inicia la propagación del virus, que está a punto de descubrir la devastación que ha marcado el declive social del mundo que conocía, donde la gente lucha por sobrevivir más que por entender el origen del problema, o la búsqueda para la solución a la pandemia y al consecuente caos. Huir porque es la única opción que queda, pelear porque es la única salida posible, matar porque es lo único que conocen aquellos que les rodean.

La esperanza de una cura parece imposible, irreal, y esto mismo crea un estado de desolación. ¿Por qué pelear si no parece que haya en el futuro cercano una vida próspera a la cual aspirar, una meta a alcanzar?

Jim es rescatado por Selena y juntos se topan con Hannah y su padre Frank, otros dos sobrevivientes que creen, o quieren creer, que la transmisión militar que dice tener una cura para el virus es el camino que deben seguir. Su viaje implicará más que sacrificio, pues, en efecto, en más de una ocasión deberán preguntarse ¿qué sucederá después, mañana, pasado? y así sucesivamente. Sobreviven un día, sobreviven el siguiente pero, ¿y después?

La transmisión los lleva hasta un complejo militar donde un puñado de militares que han construido un fuerte dentro de una propiedad resultan en realidad ser igual o más peligrosos aún que los propios infectados. El virus despierta la ira de la gente y la convierte en una especie de zombis violentos que atacan indistintamente pero, efectivamente, el virus no es ira, la furia, la agresividad, ya está dentro del hombre.

Es entonces cuando es importante analizar al ser en su naturaleza cruel, violenta, impulsiva y temperamental, que apuesta por su supervivencia incluso a expensas de otros. Jim se da cuenta que la transmisión era una trampa, una carnada para atraer gente, específicamente mujeres de quienes abusar y a quienes a cambio de protección se les exige hacer lo que ellos quieren. No podrán estar infectados pero sus acciones son tan letales como la mordedura de uno de los zombis. No muerden de forma literal, sino metafóricamente hablando.

“Gente matando gente”, dice el comandante a cargo de los militares, refiriéndose al escenario que se vive en cada rincón de Reino Unido a partir de la propagación del virus; un mundo en el que se pelea por la vida de uno mismo pero no por la de los demás, en donde la violencia parece la última medida útil para mantenerse con vida.

Aunque él insiste, en una aseveración no tan retorcida de los hechos, que el virus no existe y que lo único que pasa es que hay gente matando a sus semejantes, como siempre se ha visto que sucede en el planeta a lo largo de los años, la frase, y su analogía, sirven para entender y explicar la propia analogía de la película. Existe un virus, sí, pero un escenario de violencia por la simple violencia no está exactamente tan alejado de realidades que, no sólo se han vivido en la historia de la humanidad, sino de las que se puede ser testigo en el presente, desde guerras entre países para controlar los recursos naturales, o conflictos entre personas peleando por el mejor asiento, o por el primer lugar en la fila, o por el mejor punto desde donde tomar una fotografía. ¿Está en la naturaleza del hombre ser violento? ¿Hay algo que ‘active’ o ‘desactive’ la violencia? ¿Hay algo que la incite? ¿Hay algo que la controle?

Son las buenas intenciones usualmente mal dirigidas el común denominador de la historia; gente agresiva porque sabe, copia y puede reproducirla, pero violenta también por las circunstancias hostiles a las que es arrojada. Un mundo tan lleno de conflicto y plagado de violencia que, en algún punto y de una manera u otra, termina propagándose como una infección.

Y es entonces cuando el hombre es más vulnerable. Una propuesta que la película se encarga de plantear de forma simbólica, Jim al despertar desnudo y confundido rodeado de una infección y una ciudad desolada, o Jim siendo atacado por los infectados la primera vez dentro de una iglesia, un lugar de fe, por nada menos que un cura. ‘No debemos movernos solos’ o ‘Nos necesitamos’ son algunas de las insistencias de Jim, apelando a la idea de que el trabajo en equipo es más efectivo que la individualidad en este caso; el mundo no se puede construir, o reconstruir por una sola persona, se requiere el trabajo del hombre organizado colectivamente.

¿Quiénes somos y qué futuro nos depara si no dejamos de destruirnos entre nosotros mismos, destruyendo de paso nuestra sociedad?, pregunta la película, que funciona de manera tan emblemática porque resulta familiarmente realista al punto que uno olvida que se trata antes que nada de una ficción del género zombi. Una película de horror, pero más que por las escenas violentas, porque esa misma violencia que no es más que un reflejo, tal vez exagerado, de la dura realidad.

28 Days Later…(2002) U.K.

Director: Danny Boyle

Foto: Diana Alcántara

Diana Miriam Alcántara Meléndez | México

Escritora, periodista y amante del cine, además de estudiosa de la comunicación, el guionismo  y el cine en general. Leer, escribir y ver películas son algunas de sus grandes pasiones. Tiene publicados dos libros: ‘De Cine’ y ‘Reflexiones sobre guionismo.

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