Cinescopio: Paul Thomas Anderson

Por: Iván Uriel Atanacio Medellín

Anima, cortometraje dirigido por Paul Thomas Anderson y protagonizado por Thom Yorke, vocalista de la banda británica Radiohead, ha sido recientemente estrenado en plataformas digitales con una estupenda recepción, surrealista, visualmente impactante y pleno de una narrativa sugerente.

Con motivo de esta peculiar realización y ante la celebración del 20 aniversario de Magnolia, dedicamos CINESCOPIO a uno de los más celebrados y reconocidos directores de este siglo. Paul Thomas Anderson confirmó con Magnolia que su carrera, anunciada por Juegos de placer con tintes de genialidad, tendría una confirmación al trazo con Magnolia, no sólo a nivel cinematográfico, sino desde la perspectiva filosófica que contiene su narrativa. Sus siguientes películas fueron recibidas con entusiasmo, y fue sorprendiendo a medida que sus motivos y protagonistas, aparecerían lo mismo para generar asombro que comprensión, Adam Sandler sería su siguiente opción, en una de sus mejores actuaciones, Embriagado de amor, y tras una tibia recepción vendría su obra maestra Petróleo sangriento en cuyas vicisitudes encarnaría el gran Daniel Day Lewis, Anderson había construido un canon fílmico variado y por demás interesante para ser estudiado en las distintas escuelas de cine, muchas de las cuales consideran al director californiano como uno de los mejores directores de su generación y de nuestro tiempo.

En Cigarrillos y café, Anderson relata un suceso coral unido por tres historias en torno a un billete de 20 dólares, el cuál, más allá de la valía financiera alta o no, conjuga un serial de sucesos azarosos vertidos en la paradoja, la tragicomedia y el humor involuntario de la suerte y la intención cuando son definidos por la circunstancia. La telaraña tejida en torno a un suceso, los pequeños detalles entre vidas que se tocan y los accidentes que las unen, se verá reflejado en Magnolia, de la misma forma que la ambición tendrá tintes futuros en Petróleo sangriento, y el juego de la vida como un hado de casualidades estará de manifiesto en Juegos de placer. Con Cigarrilos y café, Paul Thomas Anderson, como la mayor parte de los cineastas experimentales e independientes, invirtió sus propios recursos para financiar la cinta, y reunir al elenco así como conseguir el equipo necesario convirtió la realización en un caos que como resulta, ofreció un corto que causo sensación en diversos festivales, abriendo la puerta a Anderson para que la fundación del Festival de Sundance apoyara sus siguientes realizaciones, incluyendo su ópera prima, Hard Eight también conocida como Sidney, que narra la historia de un buscavidas del juego que en cuyo camino topa un necesitado de dinero, parvedad y deseo convergen unirse para obtenerlo, en uno el enigma de ansiar seguir jugando, en otro la necesidad de atender el funeral de su madre, en ambos la necesidad de alcanzarlo.

Dentro de las 8 películas que ha dirigido P.T. Anderson, la banda sonora ha resultado fundamental en todas y cada una de las cintas, sea por la música incidental o por la banda sonora ex profeso, cada obra del canon Anderson porta un sentido melódico peculiar y estrictamente calculado por el autor, y si algún compositor ha capturado la esencia del director, es sin duda Jonny Greenwood, compositor y guitarrista de la banda británica de rock alternativo Radiohead, una de las más célebres agrupaciones de las últimas tres décadas.

En Junun, Anderson despliega sus dotes documentales con una narrativa que apela más a las intenciones que inspiraron el álbum que a los objetivos de su lanzamiento, es decir, se anida en los porqués de la música desde su composición y de la esencia misma de la música como lenguaje. La audacia de Anderson para describir las emociones, la inspiración y la energía desplegada en la grabación, resulta deslumbrante, haciendo de Junun uno de los documentales más desafiantes de la década y una de las principales obras testimoniales referentes a la grabación de álbum alguno.

Adaptación de la novela homónima de Thomas Pynchon, Puro vicio es una película ambientada en los años setenta, época que parece ajustarse a los preceptos de Anderson para desarrollar sus realizaciones. La resolución de un caso es el motivo de la cinta en un primer plano, el vicio, cigarro, mariguana y deseo, el complemento; sin embargo, la secuela de dudas que abre sin cerrar una a otra, parece inferir en el espectador, una sensación de decadencia que se vive desde la interpretación de Phoenix, en la medida en que el vicio inherente, es también una incapacidad del personaje por desapegarse del pasado y bloquear así mismo un presente que no ofrece al detective Larry, las salidas al laberinto de un caso que ha tomado más por orgullo que por interés.

The Master una película alucinante, dura y puntillosa respecto de los fanatismos, cultos y adoctrinaciones que lo mismo atraen y captan, que recelan y alejan a quienes por una parte lo practican y por otra lo sufren practicando, un viso que no es exclusivo de culto alguno y más bien una observación universal de los mismos.  En general se considera  a la dianética y a su fundador como el referente de Anderson para escribir su historia, y, aunque fuese así de primera instancia para Anderson, desde mi punto de vista va más allá de una crítica concreta para abrir los recintos de la reflexión y de la necesidad del ser humano por encontrarse en un grupo, encontrar respuestas, hallar soluciones a la angustia existencial. Ésta será la sujeción que unirá personajes, trama y mensaje, una búsqueda de esperanza y encuentro, situada en la ambientación de los años cincuenta, Anderson, quien logra presentar sus relatos en distintas épocas, explora la alteridad entre maestro y alumno, de pastor y rebaño, de gurú y devoción, en una época caracterizada por un ambiente ambivalente, los dejos de una guerra, los vientos de triunfo y el espejismo real o ficticio de etapas nuevas. En esa sinergia de acciones y reacciones, están presentes la supresión, la autodestrucción, la pretensión y la expectativa de quien ofrece y quien recibe, haciendo de esta película una espléndida obra sobre los límites y extremos de la condición humana.

El hilo fantasma, es una poesía lírica, emotiva, profunda, desgarradora desde sus silencios, tenue de dolor en sus no dados abrazos y una original pieza romántica no convencional, así podríamos definir a la última actuación de Daniel Day Lewis en la gran pantalla. Inmerso en este conflicto interior, al cuidado vigía de su hermana, interpretada por Lesley Manville, en una exquisita actuación, no escapa de la posesión del amor que lo mismo intoxica que cura, que lo mismo envenena que sana, el amor que llegará, como un fantasma que no avisa pero se advierte, a través de Alma, caracterizada por Vicky Krieps. Reynolds Woodcock ha pasado su carrera dedicado al más mínimo detalle, al meticuloso arte de zurcir, bordar, diseñar, aplicar, pegar, colocar, pieza a pieza, botón a botón, al hilo invisible de una aguja que enhebrando la ilación de un vestido como si fuesen etapas, momentos, situaciones, recibe los halagos y a su vez el vacío de la soledad.  Es ahí, en ese juego solitario de pretender estar solo, anhelar estarlo o estarlo porque no hay alternativas, donde se anida la perfección de Day Lewis como actor, su actuación es un poema de la interioridad que se confronta ante los ojos del otro, de ese otro que despierta lo que estaba dormido, que es capaz de dar vida al sentido de matarlo y revivirlo al mismo tiempo, primero en el engaño, después en el consentimiento de quien se abandona en el sentir, en el deseo, en ese hilo fantasma que teje las relaciones y los apegos.

En Juegos de placer, la segunda cinta coral de Anderson, una aproximación puntual e hilarante que retrata con alta fidelidad una época y su contexto. El ascenso, el auge y la caída, como proceso natural, artificial o inevitable de la industria cinematográfica, sirve como palestra para analizar las vertientes que el cine y el sexo ofrecen desde el capital, al tiempo que detalla como una calenda de hechos factibles y supuestos, el paso de una década a otra y la percepción de su protagonista que, como si fuese un observador, ve incrementar y disminuir sus oportunidades como si el éxito se agotase al obtenerse.

Petróleo Sangriento ha sido considerada de igual forma como una de las mejores películas del siglo XXI, la mejor quizá de la primera década de la centuria, y el legado de Daniel Day Lewis a su trayectoria, y es que no podemos separar la lírica aguda, precisa y operística de Paul Thomas Anderson, de la interpretación del actor británico. La fiebre del petróleo, su anhelo, la búsqueda permanente y desesperante del elixir negro que nace del mar y de la tierra, la persecución de su emerger y la industria que conllevan el mercar el capital y su riqueza, forman el corolario para la relación de Plainview con su hijo adoptivo por circunstancia H.W., y con Paul Sunday o Eli Sunday interpretado a dualidad por Paul Dano. Dualidad que se enfrasca en la propia fe de un pueblo por su iglesia, en el fanatismo que converge en la fe y en la propia ambición. Una de las mejores actuaciones de la historia, reconocida por propios y extraños como el retrato perfecto de una interpretación en pantalla, el Daniel Plainview de Day Lewis es un personaje complejo, intempestivo, lo mismo predecible en el actuar que impredecible en el sentir, rudo y calculador, insostenible ante la espera y persistente en la búsqueda, el personaje alcanza matices sólo compatibles con la cátedra actoral de un consumado maestro.

Magnolia gravita momentos realistas, crudos y desconcertantes, lo mismo que pende intervalos surrealistas vestidos de existencialismo, desazón e incertidumbre, la causalidad y el azar agobian y liberan, castigan y redimen las cuitas de la vida como un caleidoscopio doloso de soplo y aliento. Paul Thomas Anderson condensa la caída de la posmodernidad y su pesquisa de identidades en una pieza de dolor, arrepentimiento, vacío y desesperación; cada uno de los personajes interconectados con la casualidad, con la casualidad o con el infortunio, portan en sus líneas y sobre todo en sus expresiones, la suma de todos los miedos y ansiedades que la falta de cariño, apego y motivos corresponden. La búsqueda de un estado de felicidad que parece no existir, la resignación, el sueño lúcido o las máscaras que cubren las secretas intenciones caracterizan las notas musicales de una canción compartida, de una risa amable, de una petición rota, de un intento fallido y de las buenas acciones sin objeto ni sentido. Magnolia es una bella página en la historia del cine contemporáneo, bella aunque duela, bella aunque asuste, bella aunque en sí misma parezca deplorable o poco atractiva. La pléyade de grandes actuaciones deja su huella como si el papel fuese ese lienzo en donde caben las mareas, los temblores y el arcoíris al final de la tormenta. Julianne Moore, John C. Reilly, Phillip Seymour Hoffman, William H. Macy, Felicity Huffman, Jason Robards -en su último papel- entre otros, acompañan la poderosa, cínica, sensible y quizá mejor actuación en la carrera de Cruise, para hacer de Magnolia una de las mejores películas de la década, una reflexión individual y colectiva a la paradoja, a los sentimientos, apegos, a la confirmación de un gran director y al advenimiento de una lluvia impregnada de los más vacíos aromas posmodernos.

Iván Uriel Atanacio Medellín  | elsurconovela | México

Escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Sus novelas “El Surco” y “El Ítamo” que abordan la migración universal, han sido estudiadas en diversas universidades alrededor del mundo.  Dirigió “La Voz Humana” y “Día de Descanso”. Columnista en Pijama Surf, es Director Editorial  y Fundador de Filmakersmovie.com

 

 

 

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