Deux jours, une nuit

Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez

Un empleo es una ocupación o un oficio; significa desarrollo profesional pero también personal, donde convergen habilidad, intereses, preparación y progreso, de una persona en su propia vida, de una sociedad en su evolución, o de un grupo de personas que conforman una comunidad, construyendo el mundo en el que viven e interconectadas entre sí.

Así lo descubre Sandra, el personaje principal de Dos días, una noche (Bélgica, 2014), película escrita y dirigida por Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, y protagonizada por Marion Cotillard (nominada al premio Oscar por su interpretación en esta película) y Fabrizio Rongione. La historia sigue a una mujer lidiando con la competitividad laboral y la forma como ello afecta su vida personal, familiar y profesional; obstáculos acrecentados por la decepción que siente de sí misma producto de una reciente depresión.

La condición de su salud la llevó a ausentarse de su trabajo y su jefe cubrió sus turnos pagando un bono monetario de mil euros al resto de su personal. Ahora ella quiere regresar a la fábrica como se había pactado,  pero su jefe ha pedido a los demás empleados votar en su contra y continuar en su lugar con esta dinámica de los turnos extra (lo que implica también dinero extra para ellos, que los cubren). Sandra tendrá un fin de semana para convencer a sus compañeros de votar a su favor, pero cada uno, en sus decisiones, debe responder a sus propios intereses, necesidades y expectativas, por lo que la solidaridad y compasión a favor de su compañera no siempre son prioridad.

La misión de esta mujer no es convencer al otro de hacer algo que no quiere, sino razonar con él. La prueba se convierte entonces en un viaje personal, una mujer superando las inseguridades propias que caracterizan a la ansiedad y la depresión, pero también ejemplo de la búsqueda por la justicia e igualdad en un escenario laboral donde estos conceptos son lo último por lo que se pelea (porque la propia dinámica promueve indiferencia e individualismo, que refuerza la competencia).

La lucha de Sandra y por lo que tiene que pasar son un ejemplo de cómo los dueños de los medios de producción indirectamente la enfrentan con su propio medio de trabajo, una realidad disfuncional creada por un sistema de organización económico, político y social que la deja desprotegida a ella y a toda la sociedad, e incluso a la empresa para la que trabaja, quienes se excusan con no poder mantenerla en la nómina dado que la oferta y la demanda del mercado los tiene a la baja y en números rojos (y por tanto les es más redituable pagar jornadas extras a sus empleados que optar por volver a añadirla a sus filas).

Sandra, como sus compañeros expresan que necesitan el dinero para poder pagar las cuentas básicas de sustento; si bien algunos aclaran que el dinero extra les permite una mejor vida, más cómoda, otros, con su historia personal, ejemplifican cómo el trabajo es una necesidad social para poder salir adelante en la realidad actual del mundo en el que viven. El dinero es, para fines prácticos, un medio de subsistencia convertido en, más que un lujo, un requisito primordial para vivir.

La película refleja una situación común que vive la clase obrera del sistema capitalista actual: la inseguridad laboral y su resultante, la búsqueda casi desesperada por oportunidades para poder subsistir. “No voté contra ti, voté por el bono”, le dice uno de sus compañeros a Sandra, mientras otros explican las razones por las cuales no pueden votar de manera solidaria con ella, como aquel que la apoya pero teme hacer público su sentir por miedo a que su jefe se entere de esta muestra de compañerismo, pues de ganar ella, sería él probablemente a quien despedirían, por ser el último en haberse integrado al equipo y quien aún firma contrato por periodos específicos de trabajo, a diferencia de sus compañeros en nómina.

“Si ganas los votos a tu favor, para mí será una desgracia, porque necesito el dinero, sin embargo espero que lo consigas”, se disculpa otro de los compañeros a quien Sandra visita durante estos dos días. Cada una de estas personas tiene sus razones para elegir votar o no por el bono (y en efecto lo que hace su jefe es empujarlos a considerar inclinarse por el dinero, no tanto a ir en contra del prójimo, aunque una y otra cosa estén relacionadas); motivos respetables y entendibles de acuerdo con su propia realidad, responsabilidades y obligaciones que tienen como padres, madres, compañeros, amigos, hijos o colegas, y según la realidad que viven en su ambiente y contexto.

Aunque Sandra no quiere que los otros sientan lástima por ella ni que voten a su favor por compasión, también reciente la forma en que algunos actúan, a veces con desprecio o indiferencia, como la mujer que en el trabajo solía ser su amiga y ahora, el día que Sandra llega a pedirle ayuda respecto al voto, se niega a recibirla, evitando así una confrontación que evidencia que, más importante que un acto solidario con la que fuera su amiga, está el procurar sus propias necesidades o conveniencias, es decir, el dinero. ¿Cómo decirle que no puede estar de su parte o cómo explicarle que hacerlo desemboca en precisamente un cargo de conciencia que pesa?

La predisposición prejuiciosa hacia Sandra, además, va más allá de perder o ganar dinero (si Sandra regresa, no habrá más bonos extras); y específicamente la película se adentra a la percepción social negativa que se tiene respecto a las enfermedades mentales como la depresión. Los comentarios ofensivos hacia ella de parte de su propio jefe fungen como un vehículo para presionar a sus trabajadores, pero al mismo tiempo terminan por menospreciarla sin fundamentos, y de paso discriminándola como mujer y marginándola por su clase social obrera. Ninguna de estas características la hacen menos, pero parece que en la ignorancia, su jefe asume que sí.

“¿Cómo me verán los otros?”, se pregunta la protagonista, en caso de ganar la votación, sabiendo que algunos la culparán de haber perdido dinero por su culpa y otros la señalarán por haberse levantado en nombre de lo correcto, lo justo y la búsqueda por oportunidades y estabilidad, desafiando así directamente al sistema. La reflexión necesaria no sólo es darse cuenta qué ganan o pierden cada uno de sus compañeros en su propio contexto y con sus decisiones, sino entender que Sandra es otra trabajadora más que como ellos también necesita un empleo, un salario y una oportunidad.

El esfuerzo de esta mujer es un llamado a la consciencia social respecto a la equidad laboral y los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de las minorías. Para la empresa (e incluso para su jefe o sus compañeros), esta mujer representa un trabajo y un sueldo (deja de ser una persona para convertirse en un vehículo de producción), según el modelo laboral en el que tiene asignada una específica función en la sociedad; pero además, y ante todo, ella es símbolo de una vida. Cuando pelea por mantener su trabajo, pelea también por la estabilidad para procurar a su esposo y a sus hijos, y esta lucha es la misma que hacen los demás de sus compañeros y en general cualquier persona que vive en una dinámica o situación similar.

Su lucha ofrece una mirada a muchas de las dificultades laborales y personales por las que las personas atraviesan y se enfrentan día a día, en el despido laboral, por ejemplo, o en su desempeño frente a la competitividad que encuentran en su ambiente profesional, producto, en ocasiones, de un frágil sistema económico global.

Así se demuestra al final de la historia, cuando a pesar de tener ocho votos a favor y ocho en contra, su jefe le ofrece a Sandra recuperara su empleo pero sólo hasta el siguiente periodo, cuando puedan no renovar el contrato a otro de los empleados. No será un despido, será que no habrá una renovación de contrato para alguien más, se escusa su jefe. Ella se niega a aceptar, sabiendo que de hacerlo pondrá a alguien más en la misma posición que ya vivió, sin empleo y enfrentando una vida sin equilibrio financiero.

“Luchamos bien”, concluye reflexivamente ella cuando llama a su esposo para darle la noticia del resultado de la votación. Al final, no recupera su empleo ni logra la mayoría de los votos a su favor, pero crece como persona con la experiencia. El recorrido no es exitoso laboralmente hablando, pero lo es personalmente, porque encuentra confianza en sí misma, independencia y fuerza que la hacen madurar como mujer. “No llores. Aguanta”, se repite a sí misma. “Inténtalo. Te estás desanimando en vez de reaccionar”, le dice su esposo cada vez que ella está a punto de claudicar, cuando en su enojo no entiende que si bien otros podrían apoyarla, ella es la única capaz de lograr el cambio, con acciones que la ayudaran personalmente y ayudando a otros en el proceso, como aquel compañero que se sentía culpable por haber votado en su contra, sabiendo que ella fue su mentora cuando él entró a trabajar, o la mujer que decidió ponerse de su parte y esto mismo le dio la suficiente fuerza de decisión para también dejar a su esposo y separarse del trato controlador que vivía con su pareja.

Al momento, Sandra pensaba que destruía vidas y creaba conflictos con su presencia, pero finalmente entiende que la vida es crecimiento, lucha y decisiones que acepta para sí misma en un periodo de dos días y una noche, superando en el proceso un reto personal al entender la forma como la prueba puede beneficiarle, no perjudicarle. Su historia habla de cómo las personas reaccionan ante una situación laboral que está prácticamente fuera de sus manos, pero en la que los involucrados responden según las decisiones propias en relación a su vida, no la de otros; así, la película demuestra cómo una voz que se hace escuchar es tan importante, porque lo significativo, como hace Sandra, es pelear por sus derechos, no dejar que los demás pasen sobre ellos.

Deux jours, une nuit

Directors: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne

Francia, 2014

Diana AlcántaraDiana Miriam Alcántara Meléndez | México

Escritora, periodista y amante del cine, además de estudiosa de la comunicación, el guionismo  y el cine en general. Leer, escribir y ver películas son algunas de sus grandes pasiones. Tiene publicados dos libros: ‘De Cine’ y ‘Reflexiones sobre guionismo’

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