Las Vidas Errantes de Un Pueblo de Madera

Por: Iván Uriel Atanacio Medellín

 Como el regreso a un lugar del que nunca nos hemos ido, así volvemos a los pueblos de madera que recorren los honestos personajes que José Carlos Ruiz, Ignacio Guadalupe y Josefina González, construyen del argumento vivido por Juan de la Riva bajo la óptica de su hijo, Juan Antonio de la Riva. Vidas Errantes es la ópera prima que le valió a su director no sólo el Ariel de México, sino el Premio de la Audiencia del Festival de San Sebastián en España.

Vidas Errantes | Dir. Juan Antonio de la Riva | Actor: José Carlos Ruíz - Imagen, Colección IMCINE

Vidas Errantes | Dir. Juan Antonio de la Riva | Actor: José Carlos Ruíz – Imagen, Colección IMCINE

El regreso a la Sierra, a las huellas de los pasos que dejamos a la vera de un sendero incierto, quejumbroso pero esperanzador; a la vera de los verdes, de la bruma, de la neblina, del aserrín; el regreso a la trocería, a las casas aserradas, a los trenes vacíos. Don Francisco, (José Carlos Ruiz) conduce la camioneta en cuyas redilas se guarda el proyector y la tela de un cine ambulante, la pantalla que será el espejo de una comunidad tras otra, y el anhelo de un éxodo precario, a veces fortuito.

 

El sueño de Francisco es ahorrar para construir un cine en San Miguel de las Cruces, Durango, mientras viaja de pueblo en pueblo llevando entretenimiento y una ventana de puertas abiertas en donde puede mirarse lo que sólo uno ve, lo que uno gusta, lo que uno imagina existe antes y después de la serranía.  La tragedia, la desolación de una vida cotidiana donde no pasa nada y lo pasa todo, donde se reproduce una vida dedicada al cine como forma de vida. El padre de Juan Antonio de la Riva fue un exhibidor de películas ambulantes, su hijo lo acompañaba desde el principio, nació en el cine, creció con el cine, y el cine habitó en él.

 

Vidas Errantes hace un homenaje al cine mexicano, proyecta varias películas clásicas, escenas notables, únicas, evoca la concepción misma de llevar el cine a quienes no tienen acceso a disfrutarlo, llevar el cine ahí donde la pantalla es una quimera pero trasciende la memoria de quienes toman asiento y se dejan llevar por la música, por la risa, por el llanto, por el color; por el blanco y negro, por la emoción y el sobresalto, por  las historias personales, familiares y colectivas; por las historias que son de uno y son de todos, por los pueblos que no son el nuestro pero como si lo fueran, historias tejidas de a diario, esa dualidad de la vida entre lo cotidiano del trabajo cuando lo hay, y lo milagroso que genera la expectativa de una nueva película.

 

Un paisaje sin descanso, una obra congruente, sencilla, que entrelaza los sentires y los deja abiertos para que uno los abrace y cobren entonces sentido, emociones que sólo el pueblo conoce y que sólo nosotros conocemos con el pueblo.

 

La camioneta de Don Francisco lleva congojas y gozos, ilusiones y desengaños, celos y amores prohibidos, ansias y resignaciones; el orgullo y los desencuentros, los caminos que serán compartidos, un espejo de realismo por el cuál Polvo Vencedor del Sol, Vidas Errantes, Pueblo de Madera y El Gavilán de la Sierra se miran una y otra vez y siguen descubriéndose en la serranía, así la filmografía de Juan Antonio de la Riva emerge como un lugar de encuentro.

 

“El agua sabe a fierro, pero todo fuera como el agua”

 

…enuncian sus personajes y nos azotan al recordarnos la memoria que no tenemos, el donde nos quedamos, cada instante y cada momento en un pueblo donde no hay para dónde ni para cuándo; la falta de oportunidades, de un devenir alejado de los grandes números de la economía, de la globalización y de las nuevas tendencias del desarrollo. En estos pueblos donde las estimas debaten modernidades inexistentes e intentos por cobijarlas al amparo de una antena, un aparato, un distractor.  Pueblos como robles, firmes, ante los pesares, orgullosos de sus aromas, de sus vientos, de sus árboles, de su madera, de su gente. Los grandes maestros del neorrealismo italiano, del cine de oro japonés, de las historias intimistas de la India, y de la nueva ola francesa, aplaudirían la apuesta del maestro De la Riva por filmar comunidades y darles voz a sus historias.

 

Pueblo de Madera | Dir. Juan Antonio de la Riva - imagen, colección IMCINE

Pueblo de Madera | Dir. Juan Antonio de la Riva – imagen, colección IMCINE

 

El cine que llega al pueblo es tan vital como el baile que los reúne, así la música se nos escapa entre las manos como la tierra, como las manos del pequeño José Luis (Jair de Rubín) colocadas en la cerca de púas al despedirse de su tocayo, quien le mira con los ojos del que se va y mira al que se queda resignado, ese dolor por dentro, ese grito desesperado, es el mismo que se ahoga por dentro de Don Francisco cuando se quema el cine que tanto trabajo había costado construir. Vidas Errantes y Pueblo de Madera dialogan en guiños condolidos y quemantes. Los amores y desamores, los engaños, las deudas, las pagas, los antojos a la espera de crecerse, las promesas como cuentos, las despedidas y los hasta luegos, así es la historia de nuestros pueblos.

 

Un paisaje coloreado desde la voz y a mano por Gabriela Roel, Alonso Echánove y Angélica Aragón, un paisaje donde deambulan los fantasmas del pasado, del aquí y el ahora, así como El Salto, en cuya entrada se encuentra un letrero que indica “Bienvenidos a El Salto, Pueblo de Madera” y San Miguel de Las Cruces, en cuya entrada se encuentra un letrero que reza “Bienvenidos a San Miguel de Las Cruces, el Auténtico Pueblo de Madera”.

 

El pesimismo que dejan los polvos vencedores del sol, es también la esperanza de los pueblos de madera, sus habitantes desconocen si habrá o no nuevos horizontes, viven y disfrutan vivir, sólo así se sobreponen a los problemas, así debió sobreponerse Juan de la Riva a los temblores, a los días aciagos y a su vez, al saber que no estaba equivocado a pesar de la desolación, después del incendio de su cine debió levantar otro, como tras las heladas debemos preparar el arado, como si los pueblos fueran nuevos siendo los mismos “¿A dónde van qué más valgan?” así seguirán yendo a la tienda La Serranita, así seguiremos siendo amigos aunque no volvamos a vernos; si cualquier lugar es el centro del mundo; aquí también es el centro del mundo; que no se coman los animales lo que se lleva el viento.

 

Vidas Errantes | Dir. Juan Antonio de la Riva -Imagen, colección IMCINE

Vidas Errantes | Dir. Juan Antonio de la Riva -Imagen, colección IMCINE

El Cine Analco que construye Don Francisco, es tan necesario para el pueblo como el Cine Alameda que Don Juan de la Riva trabajó por más de 36 años, ahí donde nació Juan Antonio de la Riva, el director con quien tuve la oportunidad de conversar de manera atenta y afable recientemente, que actualmente funge como Presidente de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de México.

 

Él me comentó una cita de León Tolstoi, “descríbeme a tu pueblo y serás universal” y que cuando él conoció esa frase, entendió muchas cosas de los autores que admiró y lo motivaron a reflexionar sobre lo que quería hacer.

 

El maestro De la Riva logró con los reconocimientos internacionales a Vidas Errantes y a Pueblo de Madera, que su cine fuese universal, y tal como versa Pueblo de Madera al inicio, “Mi pueblo es tan pequeño, que cabe en el corazón” y ambas cintas se quedan en el corazón de los espectadores.

 

Vidas Errantes, 1984 y Pueblo de Madera 1990, se suman a las películas emblemáticas del medio rural latinoamericano, que desde el cine mexicano, directores como Roberto Gavaldón, Emilio Fernández, Alejandro Galindo, Gilberto Martínez Solares, Ismael Rodríguez, Alberto Isacc y Luis Buñuel, entre otros, dibujan con pinceles de profunda realidad. De la Riva plasma historias íntimas, las narra, y al dejarlas en libertad las describe tal cual son. Cine rural e itinerante, que se plasma al recorrer los pueblos, al respirar, sentir, palpar, experimentar los sentidos a través de la lente, y quedarnos con un pedacito del pueblo, del paso del tiempo y del imaginario mexicano.

 

Las Vidas Errantes de un Pueblo de Madera, título de este artículo, pareciera remembrar la actualidad de millones de vidas migrantes en México y el mundo, en Vidas Errantes habla el alma de un pueblo, y en ella, todos los pueblos juntos.

 

 

 Juan Antonio de la Riva

Desde Canal de YouTube : Juan Antonio de la Riva

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Ivan UrielIván Uriel | elsurconovela | @ElSurcoNovela

Iván Uriel Atanacio Medellín es un escritor, productor, director y politólogo, especialista en sistema político, desarrollo social y migración. Su novela “El Surco, historias cortas para vidas largas” describe los senderos migrantes, cuya narrativa innovadora ha sido reconocida como la aportación mexicana a la literatura posmoderna latinoamericana. Ha diseñado políticas públicas, programas académicos y sido conferencista en diversos congresos internacionales. Su  motivación logra la creación del documental “Tú Ciudad…Tus Derechos” y Filmakersmovie.com

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