MACARIO, el convite con la muerte y sus designios

“Algo ha muerto en  mí para que siga vivo”

El Ítamo

 Por: Iván Uriel Atanacio Medellín

La muerte ha sido explorada en la historia de la cinematografía universal desde distintas ópticas, emociones, creencias y propuestas tanto narrativas como visuales, que han legado un serial de cintas memorables. En México, la muerte protagoniza como impronta, diversas celebraciones cuyo cenit habita la fiesta del Día de Muertos el día 2 de noviembre, fecha en la que, como una pila intercultural del mestizaje, comulgan el recuerdo, la nostalgia y el apego en la memoria de aquellos sabores, aromas e imágenes, que nos permiten hacer vívidos a los seres queridos que han partido, y convidarles a un convite de dispuestas ofrendas.

 

Ignacio López Tarso brilla intensamente en esta película que dejó su huella indeleble en el imaginario mexicano, si Los Hermanos del Hierro, El Hombre de Papel, Pedro Páramo, El Gallo de Oro, incluso Los Albañiles, son muestra viva de su legado,  es Macario la pieza por excelencia que añade al historial del histrión, una aportación de indispensable consulta para quien se avoque al estudio de la cosmovisión mexicana desde la cinematografía. Pletórico de misticismo y enmarcado en el humo de leyendas a copales e inciensos, el ambiente visual de Macario es capaz de resaltar en la fantasía del blanco y negro, lo que en la realidad de una costumbre, asiste con las flores de amarillo afán acompañan las tumbas a cementerios, y el cariño se extraña para abrazarlo en el presente del recuerdo.

 

Macario | Dir. Roberto Gavaldón | México, 1960

 

El Día de Muertos evoca nítidos recuerdos de mi infancia,  no sólo porque nací un 2 de noviembre, sino porque en las anécdotas de altares, no pudiera definir desde las sensaciones a otra festividad que más defina la cosmovisión mexicana de la vida desde la muerte. Así, bajo el sustento de una confrontación con la alteridad inextricable, con el misterio del incierto devenir y en certeza de la finitud, diversos directores han vertido en sus propuestas cinematográficas, en reminiscencia de la tradición mexicana hacia la muerte. Macario refleja las distintas formas de abrazar la muerte y simbolizar el diálogo entre vivos y muertos.

 

Su heredad refleja significativas imágenes de reflexión, mediante secuencias anecdóticas, duelen y celebran haber compartido la vida con quienes ya no están, que afrontan la muerte como sendero, y averiguan el espacio que habita más allá de ellas. Obra cumbre de la cinematografía nacional, Macario, filmada en 1959 y estrenada en los albores de 1960, es la pieza indispensable para comprender desde el cine la relación del mexicano con la muerte, una película fundamental para comprender la interculturalidad de nuestra costumbre, la valía de la tradición, las bases prehispánicas y coloniales, el mestizaje que le da fuerza a su propia creación simbólica.

 

Roberto Gavaldón acusa la aceptación de que, por más que el protagonista sea generoso y convide lo que ha reservado en codicia, por más que busque el engaño, la burla o la ausencia, la muerte aparece al final para concluir su encargo. Macario, encarnado en la soberbia actuación de Ignacio López Tarso, solicita a su esposa, interpretada por la poeta y actriz Pina Pellicer, el egoísta y quejoso deseo por comerse un guajolote (pavo) para sí solo, después de tener que compartirlo con sus varios hijos, a partir de esa ida al campo, se suceden una serie de acontecimientos que hacen de la película un mosaico de mexicanidad único.

 

Macario | Dir. Roberto Gavaldón | México, 1960

 

Macario encuentra al diablo, a dios, y a la muerte, quienes le solicitan les comparta un pedazo a cambio de diversas compensas, él acepta pactar con la muerte por la compasión de verle desvalida en el peso. A cambio de su solidaria acción, recibe el don de saber dónde podrá y no podrá aparecerse la muerte en los enfermos y en los sanos al mismo tiempo,  y de esa manda, Macario recibe insospechados y provechosos beneficios, que le llevarán a un final angustioso, lleno de velas que representan vidas, una de ellas la de él que se agota como se agotan todos con el tiempo.

 

Con un guión basado en el relato de B. Traven, Macario fue la primera película mexicana nominada al Premio Óscar a Mejor Película Extranjera, e igualmente nominada a la Palma de Oro del Festival de Cannes donde resultó ganadora de Mejor Fotografía para Gabriel Figueroa. Gavaldón rescata la dualidad del México rural y el urbano, con las creencias y cosmovisiones mestizas, tal como hiciera en otras de sus cintas, en especial El Rebozo de Soledad 1952 por citar un ejemplo. En Macario, Gavaldón retrata la sociedad mexicana, con referencia  a la colonia, pero sin dejar de hacer puntilla de la dual realidad que el México aspirante al urbanismo vivía.

 

De esta manera, tras los dejos revolucionarios y post revolucionarios del México de mediados de siglo, con sus temas pendientes y un incierto devenir de velas encendidas en las grutas y en la expectativa de su relación con la muerte, la película logra el cometido se volverse atemporal. Macario sigue siendo un referente en diversas plataformas para celebrar desde el cine el Día de Muertos, y se ha convertido en un clásico referencial de la cosmovisión del mexicano.

 

Macario

Película completa

1:30:50

 

 

 

 

Foto: Iván Uriel

Iván Uriel Atanacio Medellín | elsurconovela | México

Escritor y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Sus novelas “El Surco” y “El Ítamo” que abordan la migración universal, han sido estudiadas en diversas universidades alrededor del mundo.  Dirigió “La Voz Humana” y “Día de Descanso”. Columnista en Pijama Surf, es Director Editorial  y Fundador de Filmakersmovie.com

 

 

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