Naranja Mecánica
Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez
En el mundo, las frases y los dichos son parte de la cultura popular con contenido reflexivo que manifiestan una verdad, contienen una lección y hablan de una realidad a veces dada por sentado. “La violencia genera violencia” es una frase que advierte y analiza, critica y explora el comportamiento de una sociedad. No es un positivo o negativo del ambiente social, sino un hecho como tal, palpable y estudiado. Un acto cruel y violento sólo crea más violencia y caos y, por tanto, combatir la violencia no puede hacerse con acciones igualmente violentas. El dicho popular es claro y conocido, popularizado, sin embargo, entonces, ¿por qué se sigue propagando la violencia? Porque lo importante no son las palabras o esparcir los refranes, sino seguirlos con acciones.
En tono de sátira, Naranja Mecánica (Reino Unido, 1971), película escrita y dirigida por Stanley Kubrick, basada en la novela homónima de 1962 escrita por Anthony Burgess, con la participación de Malcolm McDowell en el papel principal y nominada a 4 premios Oscar (mejor película, mejor director, mejor guión adaptado y mejor montaje), presenta una realidad distópica en donde la sociedad, con su comportamiento, crea ciclos viciosos de violencia, donde lo importante no es la salud mental y física de sus habitantes, sino el poder y el control, un comportamiento que se extiende hacia las personas.
Alex es un carismático, extrovertido y vivaz joven adicto al sexo y la ultraviolencia (actos injustificados de extrema violencia), amante de la música clásica del compositor Beethoven. Su comportamiento afecta a otros y después de varios ejemplos de actos crueles hacia diferentes personas, desde robos, ataques con arma blanca y violaciones, Alex es detenido por la policía tras el asesinato involuntario de una mujer, luego de que sus amigos lo abandonan a la llegada de las autoridades, como venganza por su arrogancia como líder de la banda.
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Después de dos años en prisión, en los que se ha acostumbrado a decir lo que sus superiores y supervisores quieren oír y aprendiendo de la hipocresía del sistema, que sólo genera más deseos de venganza con violencia dentro de él, producto de la forma en que lo tratan, el joven es aceptado para un tratamiento experimental (tratamiento Ludovico) que lo saque de la cárcel doce años antes de cumplir toda su sentencia.
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El experimento es parte de un programa político interno (como parte de una estrategia de Biopolítica) que pretende realzar las bondades y la capacidad de cambio del Gobierno, con promesas para un mundo mejor, inexistente pero prometido. El tratamiento consiste en condicionar a Alex a través de imágenes de violencia repetidas (acompañadas de la música de Beethoven), que con el refuerzo de una droga específica le haga sentir dolor físico y lo conduzca a relacionar los actos de violencia con sufrimiento, de forma que automáticamente el dolor sufrido lo detenga ante cualquier acto violento o sexual hacia otros. Es decir, se ejerce violencia contra él para eliminar sus instintos violentos.
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El problema del tratamiento es que condiciona conductas pero no cambia comportamientos. El experimento está trazado bajo las teorías conductistas de la psicología, que la película en tono de sátira exagera y critica. Alex mantendrá su personalidad cruel y seguirá teniendo el impulso de la violencia, la diferencia es que no podrá realizarla sin sentir dolor físico. ¿El tratamiento realmente reforma a Alex como los doctores y encargados han prometido?, ¿o más bien crea un conflicto interno que aumentará su resentimiento social?
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El cambio no es interno pues la mente nunca logra procesar las implicaciones de un acto de violencia, ni diferenciar entre lo correcto o lo incorrecto, en la razón por la que debe o no debe herirse a las personas o las consecuencias de esta decisión. Sin este razonamiento y entendimiento, Alex es tratado como un simple animal al que tiene que entrenarse. Es como si se intentara enseñar a alguien que cuando hay nieve hace frío; no puede haber un condicionamiento (si hay nieve debe usarse chamarra), porque la persona sólo lo entenderá cuando su cerebro razone la relación entre la nieve y el sentir frío. Si el hombre sólo reacciona ante la temperatura del entorno, sin razonar los motivos, entonces queda estancado. La reacción impulsiva de usar una chamara sería la propia de un niño (al que se le dice lo que debe de hacer), por ejemplo, pero un adulto debe entender el concepto de frío o calor, el cambio de las estaciones del año, el motivo por el que baja la temperatura, o la importancia de cubrir su cuerpo ante el frío y las consecuencias de lo que pasaría si no lo hace. Es este razonamiento lo que lo motivaría a protegerse del frío y no la orden que se le impone.
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Con la dinámica propuesta, no se deja a Alex una elección moral. Así lo reclama uno de los curas que trabaja en la prisión donde fue enviado el joven, hablando con su discurso de las posibles fallas del tratamiento y la forma en que no resuelve el problema de fondo. El pastor también señala, en otro punto de la historia: “Cuando un hombre no puede escoger, deja de ser hombre”.
El camino que continúa la sociedad con estas prácticas está destinado al totalitarismo, como señala uno de los personajes, cayendo en un sistema que contrata a personas llenas de violencia para fungir como policías (los compañeros de banda de Alex que eligen después esta profesión), en la idea de que su mano dura pondrá orden en las calles, o imponiendo reglas que debilitan la voluntad de las personas, como con el tratamiento Ludovico.
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El sistema aquí es una forma de organización que sin ley ni orden elige, como solución, un radicalismo autoritario que genera más violencia, más venganza, más sacrificio y más negocios de intereses de poder. La cárcel y el experimento por los que pasa Alex no promueven la disciplina, sino el sometimiento; en la idea de cambiar lo malo por lo bueno, lo despojan de su ser; sin identidad (en la cárcel Alex deja de responder a su nombre para identificarse exclusivamente por su número de preso) o la sustentación de valores, personas como el joven protagonista pierden el sentido de su vida, de sociedad y de convivencia; gustarán de herir a otros porque es parte de la huella de su personalidad que aún queda latente, pero sin otras formas de comportamiento como guía, como ejemplo a seguir en solidaridad o caridad, que los haga o permita cambiar. Personas como él nunca lo harán, porque no pueden razonar correcto o incorrecto, ética, moral, valores o convivencia social. Han vivido en un ambiente violento, para después ser sancionados por ello y humillados, despojados de su dignidad y obligados a actuar de forma determinada, no por convicción, sino por temor al dolor, al castigo y a la represión.
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Después de concluir el tratamiento y enviado de vuelta a la vida en sociedad, sin un lugar donde vivir y a expensas de la venganza de sus ex compañeros, ahora policías, Alex queda a la deriva del mismo sistema que lo puso ahí.
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Huyendo encuentra alojamiento en la casa de una de las personas a quienes atacó años atrás, quien al descubrir que el joven reacciona con sufrimiento ante la música clásica de Beethoven (Alex reacciona de esta forma porque los videos de su tratamiento fueron acompañados con aquellas melodías clásicas, creando así su propia variable de conducta condicionada), decide realizar su propia tortura en venganza, bajo una filosofía, que genera más violencia, aquella del “ojo por ojo”. Lo que demuestra a su vez que la sociedad sigue generando impulsos violentos en los individuos, aunque se encuentren latentes, a la espera del momento y circunstancias que les permitan expresarse. La violencia parece inherente al comportamiento humano, por lo menos en la sociedad que viven los personajes de esta historia.
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El gobierno elige los tratamientos para combatir al creciente número de reos en prisiones que ya no puede sostener económicamente; cuando el experimento falla, terceros cargan con la culpa del error y el resto de los implicados son manipulados, comprados o eliminados. Alex se convierte en una víctima del propio sistema que, en lugar de resolver su problema y el problema social, es encubierto y olvidado, enterrado entre otras noticias de aparente progreso. Alex no cambia ni aprende, por lo menos no a través de estos tratamientos y la forma en que el gobierno los utiliza para el control, pero al sistema no le interesa que lo haga, le interesa que la gente no sepa que personas como él no pueden ser reformadas bajo su mandato, porque no saben cómo hacerlo ni les interesa tampoco lograrlo.
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De esta forma, la violencia que crea violencia se vuelve una frase trillada e incomprensible, porque tanta violencia ha hecho que las personas se acostumbren a ella, sin entender que el cambio no es erradicar el acto como tal, sino lograr que la sociedad no la necesite. Para erradicar la violencia entonces, primero muchas otras cosas deben cambiar en la sociedad: gobierno, reglas, normas y convivencia; en suma, se debe buscar la trasformación de fondo del sistema social fundamentado en la competencia, que obliga a actuar contra otros para poder ascender en la escala social y tener mejores niveles de vida.
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Naranja Mecánica
Dir. Stanley Kubrick
Reino Unido, 1971
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Diana Miriam Alcántara Meléndez | diana@filmakersmovie.com | México
Guionista y amante del cine, ha estudiado Comunicación, Producción y Guionismo a los largo de los años con el fin de aportar a la industria cinematográfica una perspectiva fresca, entrenada y apasionada. Actualmente cursa un Máster en Comunicación, Periodismo y Humanidades a propósito de enriquecer su mente y trabajo.