Por: Rosa Elena Ortíz
En términos muy generales podríamos definir la realidad como el estado del mundo o de las cosas tal como existen en sí mismas, independientemente de las ideas que tengamos sobre ellas, cómo las percibamos o lo que nuestra imaginación les agregue. Cualquier abordaje que se haga a la realidad tiene, entonces, dos condiciones fundamentales: existencia e independencia. Estos abordajes incluyen, por supuesto, la cotidianeidad. Todos, para funcionar con normalidad en el mundo, creemos de un modo más o menos racional que existe algo afuera de nosotros, que existe independientemente de nosotros y que podemos llegar a conocerlo de modo más o menos adecuado (sí, eso a lo que los filósofos llaman Realismo Ingenuo). Algunos han llegado a abandonar esta creencia a favor de otras posturas filosóficas pero este abandono es siempre una decisión consciente, resultado de un complejo proceso intelectual y, generalmente, no implica un cambio considerable en la manera de estar en el mundo. Podemos afirmar entonces que todos nosotros vivimos como si existiera una realidad, como si ésta fuera independiente de nosotros y como si pudiéramos conocerla y hablar de ella.
La existencia de la realidad, la posibilidad de describirla y conocerla son asuntos interesantísimos pero no hablaremos de ellos aquí. De lo que sí hablaremos es de algunos acercamientos del cine a este concepto central de nuestra cultura y de qué manera lo cuestiona o manipula (con fines estrictamente argumentales, la manipulación ideológica de la realidad es otro tema para otro texto). Muchas veces esta manipulación, además de ser fundamental para la historia que se está contando y la manera en que se está contando, tiene la consecuencia adicional de hacernos cuestionar nuestra propia noción de realidad.
Estos momentos son, a falta de una expresión satisfactoria en español, mind blowing, como una sacudida neuronal que, al menos por un rato, nos hace ver el mundo con ojos nuevos.
Los ejemplos son muchos, definitivamente, muchos más de los que conozco pero aquí hablaré de mis favoritos que son, coincidentemente, algunas de mis películas favoritas: Matrix (1999), Adaptation (2002), Reconstruction (2003), Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), Stranger than Fiction (2006).
La premisa central de Matrix (1999) ha pasado ya a formar parte del imaginario de nuestra cultura: Un mundo que no es lo que parece sino una creación de las máquinas que pretenden mantener a los hombres entretenidos para que no caigan en la cuenta de la verdadera realidad en que viven. Este mundo que no es el verdadero sino que es creación de un genio maligno –Platón le llamó Demiurgo– no es nuevo, podríamos decir que Matrix es incluso una reinterpretación postmoderna de La Caverna. Tampoco es nuevo el concepto de un hombre elegido que tiene la posibilidad de acceder a la realidad real y que tiene, además, la libertad de decidir si quiere retener ese conocimiento o no –que en el caso concreto de Matrix se manifiesta en la elección de Neo entre la pastilla azul o la pastilla roja–. Lo relevante de Matrix es haber llevado con tanto éxito estas cuestiones que han ocupado a los filósofos desde hace muchísimos años, a un público mucho más amplio
En Adptation (2002) tenemos de modo permanente referencias a una realidad que está fuera de la película: Charly Kaufman existe y saltó a la fama con esa joya que es Being John Malkovich, el libro The Orchid Thief de Susan Orlean existe (no es sólo el inadecuadísimo título que le pusieron a esta película para América Latina). Nos encontramos con una película en que se presentan diversas capas de realidad y en la que Spike Jonze y el guionista (no el personaje de Nicholas Cage en una de sus poquísimas buenas actuaciones) logran incluir incluso la realidad que el espectador cree estar viviendo. Nos enfrentamos a diversos relatos con diversas realidades, no sólo superpuestos sino entremezclados. ¿En dónde termina la ficción y en dónde empieza la realidad? ¿en dónde termina el Kaufman real y empieza el (o los) Kaufman de Nicholas Cage y el planteado Kaufman de Gérard Depardieu? ¿No podría estar escribiendo un guión en el que tú estás viendo la película? El resultado es, simplemente, fascinante.
Reconstruction (2003) es un caso menos conocido por tratarse de una película danesa. Lo que parece ser una simple historia en torno al triángulo amoroso Simone – Alex – Aimée se transforma muy pronto en una historia mucho más compleja que nos conduce a preguntarnos ¿realmente cada una de nuestras decisiones transforma la realidad? ¿hasta qué punto? Incluso la decisión aparentemente simple entre Simone y Aimée tiene elementos inesperados. ¿Somos libres de tomar decisiones? ¿cómo podemos vivir y decidir en un mundo en el que estamos forzados a operar con información incompleta e imperfecta? Busquen esta joya de Christoffer Boe y véanla, es mi película favorita de la década pasada.
Eternal Sunshine of the Sptoless Mind (2004) introduce en la discusión la relación Memoria-Identidad-Realidad. ¿Si algo pasa en realidad y nadie lo recuerda, pasó? ¿si lo olvido del todo, su huella permanece en mí? ¿A qué realidad pertenecen los recuerdos?
Stranger than fiction (2006) introduce de modo intencional el concepto ficción como opuesto a realidad mientras hace evidentes los paralelos entre uno y otro. ¿Qué es la ficción si no un pequeño universo en el que el autor es un creador despiadado que manipula el mundo que crea a su conveniencia y le arranca a cada uno de sus personajes la capacidad de tomar sus decisiones? ¿Podemos estar seguros de que nuestras decisiones son realmente nuestras? ¿No seremos parte de un gran plan que requiere que desempeñemos un papel que nos ha sido asignado de origen? ¿Podemos escapar de este papel? ¿Queremos escapar de este papel?
Definitivamente hay muchas más preguntas que respuestas pero la naturaleza humana nos lleva a vivir buscando respuestas aunque sepamos que es un camino interminable. El cine puede ser una importante herramienta en esta búsqueda.
Rosa Elena Ortíz de la Fuente | @rosaelena_ | México
Profesora de filosofía, obsesionada con entender y explicar el mundo, adicta al buen cine, la buena música, el buen café y la buena cerveza