Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez | Barcelona 2013
El cine, a diferencia de otras formas artísticas en donde el trabajo puede realizarse por una sola persona, es el resultado de un trabajo en equipo. No es un medio único, es una estructura cuyo funcionamiento se logra a través del buen desempeño de sus partes y la colectividad, compromiso y profesionalidad de sus partícipes. Aún así, el cine no es un medio exclusivo, sino más bien un arte joven en busca de nuevas formas de comunicación.
Su historia y desarrollo han ido a la par con el desarrollo tecnológico. De fotogramas en movimiento a la inclusión del sonido, el arte cinematográfico no siempre ha podido revolucionarse ni adaptarse con tal rapidez como la tecnología misma; este acelerado avance y crecimiento ha convertido al cine en muchas cosas, desde medio de expresión artístico e informativo hasta producto de consumo.
Las grandes productoras, las empresas multinacionales y los monopolios que controlan mercados nacionales o internacionales no han hecho más que promover este consumo masivo, tanto interno como externo; una división de funciones durante la producción de una película como durante el proceso de distribución de la misma, dividiendo audiencias, segmentando el mercado, generando consumidores cautivos mediante las llamadas franquicias y diversificando el uso de la cinematografía, hasta generar una maquinaria creadora y distribuidora de ingresos que beneficien a los partícipes. En este proceso de maximizar ganancias y acceder a mayores niveles de consumidores, la misma industria cinematográfica ha producido un sistema de producción y distribución de películas que son en esencia formas de retrasmisión que alejan al espectador de la sala de cine convencional, de la pantalla gigante; tal es el caso de la proliferación, en su momento, de los video-clubes, y ahora de la trasmisión de películas por cable, por televisión abierta o con los reproductores en computadoras portátiles.
La tecnología ha comenzado a crear un distanciamiento entre personas, pero también un distanciamiento entre las personas y el arte.
A través del constante uso del Internet, las redes sociales, la telefonía celular y las computadoras, el individuo se ha vuelto incapaz de visualizar objetos lejanos, sustituyendo el contacto personal y artístico con un “sensación” de personalización. En este sentido el cine también deshumaniza porque convierte al hombre en un ente observador de situaciones que le son ajenas, al tiempo que lo aleja del trato personal y directo con sus semejantes, con quienes convive.
La idea de la tecnología instantánea que ha llevado a una cultura del “hágalo usted mismo” ha afectado al cine con rapidez. No sólo se trata de inventos revolucionarios que mejoran el proceso de producción y creación de una película, sino que ha venido a sustituir este proceso hacia un enfoque práctico, pero a medida que aumenta la participación del público, el producto en sí pierde importancia, se trivializa.
Este fenómeno ocurre porque la forma comienza a tener más peso que el contenido; ello explica las grandes producciones cinematográficas, llenas de efectos visuales pero faltas de una historia coherente que justifique tales despliegues tecnológicos.
Como con cualquier otro medio científico, lo importante de la relación recae en hacer uso de los inventos a favor, como lo es la remasterización de material fílmico dañado o la utilización de cámaras digitales profesionales que haga más segura y dinámica la filmación o la edición de película.
La inclusión participativa de la sociedad en el proceso por sí sola no es un despliegue negativo, al contrario, le permite comprender la parte técnica, la forma de la cinematografía; este entendimiento abre paso a un conocimiento crítico de la materia y, por tanto, a un acercamiento más informado y reflexivo hacia el séptimo arte.
El cine debe tener claro que el espectador es inteligente y racional, que la información no puede presentársele digerida, de hacerlo, el público eventualmente se cansará de su relación con el cine. El mismo desarrollo tecnológico permite que la información, en forma o en contenido, cada día esté más al alcance de las personas.
La relación que el cine tiene con el espectador es una delicada línea comunicativa, cambiante con el paso de los años y con la forma de percepción, conocimiento y aceptación de la sociedad. La tarea que enfrenta la industria cinematográfica en la actualidad es la de adaptarse a los cambios tecnológicos y sociales con habilidad y eficacia, antes que éstos la desplacen más rápidamente y con mayores resultados negativos.
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Diana Miriam Alcántara Meléndez | México | España