Tiempos Modernos
Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez
Si bien la crítica puede definirse como un comentario negativo, la ‘crítica social’ en realidad es un concepto que se refiere a un juicio de análisis, un comentario que señala aquello en lo que la comunidad puede trabajar para mejorar en su desarrollo social.
Se trata de recalcar o enfatizar, pero no descalificando sino haciendo notar los puntos en los que el hombre flaquea, como comunidad, para invitarle a cambiar fallas, erradicarlas, evitar que sigan creciendo o se conviertan en un obstáculo para el crecimiento evolutivo.
Tiempos Modernos (EUA, 1936) es una película de comedia y crítica social. Escrita, dirigida y protagonizada por Charles Chaplin, con Paulette Goddard coprotagonizando en pantalla. La historia sigue la vida de Charlot, el personaje más famoso de Chaplin, adaptándose a un mundo en constante cambio que pasa en esos momentos por la industrialización y la mecanización de los sistemas, provocando, en consecuencia, desempleo, pobreza y explotación, como una reacción en cadena que proviene de un modelo capitalista que da oportunidades a algunos y promueve la acumulación de la riqueza entre los sectores de población dueños de los medios de producción en detrimento del nivel de vida la mayoría.
La película, que inicia con el protagonista trabajando en una fábrica, haciendo ahí una única tarea, atorar tuercas, representa con ello, de forma exagerada y cómica, la mecanización del trabajo y, en consecuencia, la mecanización también del hombre. Las fábricas, como la de la historia, que se centran en la producción en cadena, crean una dinámica tan automatizada que terminan preocupándose más por la producción de mercancías que por el hombre mismo, que es quien la hace posible, el que la consume a fin de cuentas, llámese un auto, un refrigerador o una lata de refresco, por mencionar ejemplos.
Cuando Charlot se convierte en sujeto de prueba para demostrar la utilidad de una máquina que pretende usarse para suprimir la hora del almuerzo, para que el trabajador siga con su labor mientras come (un invento presentado al dueño con la promesa de que su uso lo pondrá por encima de sus competidores, porque mientras más trabajen sus empleados y menos descansen, más se produce en la fábrica), la historia realiza una demostración de cómo la principal preocupación del sistema es la productividad, no las condiciones que hacen posible esa productividad, tanto con la gradual mecanización de los sistemas como, incluso, en la explotación del trabajador, a quien, en este escenario, se le priva de sus derechos, su dignidad y su humanidad. Proceso de funcionamiento en que descansa el conjunto del sistema capitalista basado en la propiedad privada.
El panorama que se presenta también permite abordar temas como la forma en que esta dinámica causa una alienación que lleva al hombre a perder su propia identidad, individualidad y cordura. Chaplin no sólo se ríe de la mecanización y de la producción en serie, con un Charlot que sigue apretando tuercas incluso fuera de la fábrica, porque su cuerpo y su mente ya se han sometido a una rutina mecánica que le impide razonar, sino que recalca cómo ese único proceso al que el hombre es reducido en su trabajo termina por afectar su desarrollo físico y mental. El hombre deja de pensar porque su trabajo lo empuja a ello, ocasionando un desgaste en su esencia de ser humano, porque su trabajo rige su vida, su pensamiento y sus acciones, lo que puede hacer y lo que no puede hacer; con la presencia de la máquina para el almuerzo se pretende incluso determinar cuándo y cómo una persona puede comer, como propone la historia. En suma, se quiere expropiar al trabajador de todo tiempo para sí, convirtiéndolo en un apéndice de las máquinas.
El eco que produce la depresión económica y la revolución industrial, panorama social en el que se ambienta el relato, también se hace evidente conforme avanza la historia. Desempleo, protestas que exigen libertad y derechos para las minorías, bajos salarios e injusticia social son sólo algunos de los puntos que se tocan. El personaje principal, por ejemplo, no sólo termina con un trauma que lo lleva al hospital, producto en gran medida del estrés de su ambiente laboral, que deriva de la repetición mecánica de las acciones y del trato inhumano, arbitrario y controlador como los dueños de la fábrica tratan al personal, considerándolos semejantes a máquinas, sino que, tras su estancia en el hospital, Charlot termina también sin empleo.
Es entonces cuando el joven conoce a una chica que vive en la pobreza, de quien se enamora por su espíritu de lucha, su bondad y su cordialidad. Esto sucede después de que, por cierto, Charlot acaba de salir de la cárcel, lugar al que inicialmente el protagonista prefiere regresar, razonando que por lo menos ahí tiene asegurada alimentación diaria y un lugar dónde dormir, algo que, afuera, en un mundo agobiado por las condiciones de pobreza extrema, no podrá encontrar.
Charlot y la chica intentan lo posible por subsistir y la película plantea, en varias ocasiones, que las personas en la misma posición socioeconómica que ellos infringen la ley como única vía para la subsistencia. No se justifica, pero, la historia al menos plantea que su crimen no es provocado por la maldad de pensamiento o una intención de perjudicar al otro, sino porque se convierten en víctimas de una sociedad que, a favor del capital, ha reemplazado al hombre con la máquina y ha dejado al ciudadano promedio, de la clase media y media baja, desprovisto de oportunidades para sobrevivir, esto además sin darles a las personas por lo menos las facilidades para cubrir sus necesidades básicas; los ciudadanos hacen filas para poder conseguir trabajo en la fábrica y la gente se vuelca para poder ganarse una de las comidas gratuitas que se ofrecen, pero en ningún caso la oferta es suficiente a la demanda.
La chica que conoce Charlot roba fruta para dar a sus hermanas un poco de alimento y luego roba un pan cuando no tiene nada de qué alimentarse. No se trata de una persona que vague en busca del oportunismo y la vida criminal, sino de una mujer a quien su gobierno no provee las oportunidades para su desarrollo o crecimiento; ni trabajo, salud, educación, alimentación o vivienda. Ni el Estado ni los dueños de los sistemas de producción tienen un espacio que ofrecerle o una oportunidad para permitirle acoplarse a la dinámica del sistema moderno. Ella, Charlot, el resto de los desempleados, ¿qué pueden hacer si la organización social, política y económica en la que viven no previó qué sucedería con todas aquellas personas a las que la maquinaria reemplaza? ¿Dónde pueden trabajar si hay más personas en edad productiva en el mundo, que espacios de trabajo disponibles? Si el sistema los ‘desecha’ cuando no les ubica como materia de productividad, ¿qué pueden esperar de su futuro, cómo pueden mejorar, suponiendo que tienen aún algo qué ofrecer?
La comedia en este caso es el mejor vehículo de crítica porque se alimenta de la exageración, pero construida a partir de una realidad evidente. Lo interesante es observar cómo el relato logra reírse, no burlarse, de estas situaciones. Se trata de un reclamo sutil en medio de la adaptación como la historia aborda estos escenarios; hombres convertidos en ovejas, analogía literal que hace el filme y el momento en que es importante levantar la voz, reclamar y cambiar, como sucede en la historia.
Cuando Charlot dice que prefiere la cárcel, o que prefiere ayudar, o que comprende que los hombres que han entrado al centro comercial donde trabaja cono vigilante nocturno no son ladrones que están ahí para llevarse comida por el simple hecho de aprovecharse del otro, o de vengarse del que tiene oportunidades diferentes a ellos, sino porque ellos mismos sufren hambre, producto del desempleo y la pobreza que esto ha traído consigo, la historia hace énfasis en dos puntos clave: uno, que la actitud positiva y solidaria de una persona no puede malearse por los infortunios de la vida, porque los valores son eje que hacen al hombre un ser sensible, compasivo, luchador, respetuoso, ético, empático, en corto, ‘humano’. Y dos, que las clases sociales más bajas son las primeras y las que más sufren cuando el sistema de organización comienza a marcar tan diferenciadamente los límites de la división entre el dueño de los medios de producción y los trabajadores que hacen posible que esa persona pueda poner su fábrica, su medio de producción, en marcha.
“Tiempos modernos es una historia sobre la industria, sobre la iniciativa de la humanidad, la cruzada en busca de la felicidad”, señala la película. En efecto, la historia demuestra, de una forma cómica, catártica y crítica la realidad de un sistema más orientado en la rápida producción mercantil que en el hombre, más en la ganancia económica que en la forma como se hace que esto sea posible, que muchas veces implica (y lo hace) la explotación del trabajador. Una enajenación que minimiza la importancia del humano, haciéndolo insignificante en un mundo lleno de máquinas en donde el ser es consumido por ellas, muchas veces literalmente, por lo menos en la película, escenas cuya función metafórica dicen al espectador que esta dinámica terminará por hacer al sujeto presa de su propio invento, un humano consumido por un aparato mecánico más grande que él, realidad que desemboca en, o por lo menos así sucede a Charlot, volverlo loco. Forma metafórica de decir que la enajenación ideológica es una forma de trastorno mental, es decir, la salud usada como pretexto para encubrir los efectos de la explotación laboral en la fábrica.
Se trata, en pocas palabras, de un sistema de opresión del que no todos pueden salir a flote. Charlot y la chica lo hacen, tanto a través del quehacer artístico como por un motivador forjado en valores y su voluntad por mantener su humanidad intacta, ya sea alegrándose por los pequeños detalles, sacando lo mejor de la peor situación posible o peleando por lo que es correcto, manteniéndose unidos porque se preocupan por el otro, no a costa del otro. La unión con sus similares exigiendo derechos a aquellos que se los han coartado.
La temática trata de un hombre sobreviviendo a los cambios, específicamente a los cambios de la modernización y la industrialización. La historia no sólo aborda el cómo la mecanización se hace presente en la vida diaria de las sociedades, unas simples escaleras eléctricas por ejemplo, sino que profundiza, con ojo crítico y a favor de que este hincapié provoque en el espectador una concientización de su realidad, aspectos como el papel de la maquinaria en los procesos de producción. ¿A quién beneficia la máquina? ¿A quién perjudica? ¿Y por qué dejamos que este desplazamiento suceda incluso sabiendo sus consecuencias y cómo afectan éstas directamente al hombre, tanto de forma personal como socialmente, en su entorno y su evolución?
Diana Miriam Alcántara Meléndez | México
Escritora, periodista y amante del cine, además de estudiosa de la comunicación, el guionismo y el cine en general. Leer, escribir y ver películas son algunas de sus grandes pasiones. Tiene publicados dos libros: ‘De Cine’ y ‘Reflexiones sobre guionismo’