Vértigo | Dir. Alfred Hitchcock | Estados Unidos, 1958

Por: Iván Uriel

No dejes que el silencio se apodere de las palabras… Deja que las palabras habiten nuestras miradas, y que la muerte sea sólo su silencio.

Iván Uriel

 

Vertigo-Alfred HitchcockDebo morir pero no quiero…Madeleine dice a John. Diálogo de una película simple y a la vez compleja: Vértigo. Así se suceden las pasiones, la iracunda intensidad y la profunda historia de amor envuelta en la obsesión.

 Alfred Hitchcock hace de las filias y fobias, de los temores, angustias y ansiedades, un lienzo donde convergen los accidentes involuntarios, el romanticismo y sus misterios, los estragos presentes e inesperados. Un cinema puro cuyo fundamento reside  en los supuestos, y en los confines de lo sagrado y lo profano.

En Vértigo atestiguamos la trampa y el engaño al amante cautivo John «Scottie» Ferguson, interpretado por James Stewart, que se rinde ante el encargo de su amigo Gavin (Tom Helmore). Una tarea difícil para un detective retirado tras el incidente en donde un policía muere sin ser su culpa aunque se apropia de ella. Así inicia la película tras los acordes de una banda sonora potente, y un ojo que omnipresente impacta desde el principio. Madeleine, extrañamente poseída, cree ser Carlota, una mujer que vivió cien años atrás, y con quien  tiene un asombroso parecido. Los temores de Galvin supuestamente no radican en lo sobrenatural, sino en que Madeline quiera seguir a Carlota hasta la muerte sin reparos. El suicidio involuntario como amenza, y la posibiilidad de una increíble reencarnación, dejan sin balance al insospechado culpable de un destino manifiesto.

Escrita por Alec Copel y Samuel A. Taylor, Vértigo está basada en la novela francesa «De Entre los Muertos» de Boileau-Narcejac, 1954, con todas las obsesiones y paranoias de la posguerra, es quizá, la pieza más grande entre las obras maestras de Hitchcock. Las emociones se suceden tras seguir Ferguson a Madeleine, interpretada por Kim Novak, se hacen notar y luego desaparecen como gestos inexplorables, aumentan a medida que el personaje se adentra en su propio temor: el vértigo al amor. Madeleine cree ser Carlota y en esa dualidad va la introvertida y extrovertida marea de sus secretos, la atracción es poderosa, la seducción habita el ambiente, cada rincón de la Bahía se viste de un sutil erotismo, pero la perdición aparece y Ferguson se enamora de Madeleine, hasta que su apasionamiento yace tendido sobre el techo de la Misión donde más fuerza tenía su pasado, donde todo inicia y todo termina.

 A partir de ese momento, el director nos abre ventanas que nos dejan entender la historia, y aunque parece que sabemos que ocurrirá, en sus argumentos lo que sucede no es todo y las verdades nunca aparecen completas aunque lo sean.

La pantalla proyecta en el rostro de Stewart la más extraordinaria muestra del caleidoscópico talento de Hitchcock, la secuencia de colores, círculos, redondeles, y con la efigie que sustenta el afiche oficial, creación de Saul Bass.

La secuencia hace que los instantes fugaces se vuelvan eternos, y que la fuerza de la mirada de Stewart, quede para siempre en la memoria colectiva de los espectadores.

Y cuando parece que vendrá la calma, la trama nos trae a Judy, que no es Carlota, que no es Madeleine, pero que parece serlo. Las preguntas perennes que Ferguson hace a Madeleine, dónde, cuándo; el  reclamo a su procedencia que denuncia el porque ella llegó a su vida, es un reclamo a sí mismo. Él quiere saber quién es ella, y quién es él; lavar la culpa infiel de la amistad, y después de la tragedia serle infiel con Judy al recuerdo de Madeleine y Carlota. Recuperado del vacío en que también ha quedado tras la penumbra, Ferguson es asistido por el amor que ahí está pero que no ve, su amiga Midge (Barbara Bel-Geddes), sin embargo ahora el oscuro objeto de su obsesión se centra en Judy, Ferguson anhela que ningún detalle se escape al haberla encontrado aunque sea alguien más, debe ser ella, ella y nadie más, ella y todas juntas.

Alfred es lo suficientemente audaz para descubrir el misterio a medida que avanza la película: las víctimas son ahora victimarios, lo eran pero les dimos una oportunidad para la mentira o para el escondite, el director nos hizo cómplices, y nosotros seguimos el juego, nosotros segumos el juego y acompañamos la trama hasta el descenlace.

Deambulan entonces los protagonistas por todas partes como los fantasmas que porta el pasado, que no saben quienes son y buscan reconstruirse.

Los espejos reflejan la ansiedad de la falsa belleza y del arrepentimiento, la loca Carlota que recorre las calles del infortunio, Madeleine que la sigue y Judy que la ahuyenta. Todos los efectos posteriores son una especie de encrucijada conducida sin reparos por aquellos instantes que pasan desapercibidos, por los hubieras y las tendencias mordaces de árboles que siguen viviendo mientras los personajes han muerto. La pesadilla es que al despertar, el vértigo siga ahí.

Las telarañas de la mente hacen de Vértigo una cinta de lugares simbólicos, de ventanas que se abren, de puertas que se cierran y escaleras que conducen a donde la verdad cobra sentido, el director a pesar de haber descubierto la trama, nos tiene destinado un giro de cámara que se descubre para la audiencia pero no para los protagonistas. Los amantes no se dejarían, pero el amor es tan vago como vaga es la sensación de saberse, esos labios que quedaron sellados porque se dieron a la humedad a destiempo. La mente y sus recovecos, por donde el subconsciente encuentra una salida y el  psicoalísis su motivo.

La poesía es acompañada de una partitura excelsa, compuesta por Bernard Herrmann, el tema perfecto para la intensidad de un romance furtivo, Vértigo después de todo, es una profunda historia de amor.

La revista británica Sight and Sound, en su edición 2012, situó a Vértigo en la posición de honor de las mejores películas de la historia y la AFI la ubicó entre las mejores diez de su lista.

Vértigo es una cinta provocadora porque perturba más que el terror, que el voyerismo o que la acción continua que abundan en otras cintas del gran maestro, quizá porque esta película es más personal, tanto, como su propia obsesión.

 

 

Vértigo

Dir. Alfred Hitchcock

Estados Unidos, 1958

Trailer : 2:19

 

 

IvanUrielIván Uriel | elsurconovela | @ElSurcoNovela

Iván Uriel Atanacio Medellín es un escritor, productor, director y politólogo, especialista en sistema político, desarrollo social y migración. Su novela “El Surco, historias cortas para vidas largas” describe los senderos migrantes, cuya narrativa innovadora ha sido reconocida como la aportación mexicana a la literatura posmoderna latinoamericana. Ha diseñado políticas públicas, programas académicos y sido conferencista en diversos congresos internacionales. Su  motivación logra la creación del documental “Tú Ciudad…Tus Derechos” y Filmakersmovie.com

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