Donnie Darko

Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez

 

Hay películas que trascienden porque abordan sus ideas con estilos narrativos o estéticos poco convencionales, pero creativos y propositivos; gracias a ello dejan una huella no sólo en el séptimo arte, sino también en la cultura popular. Donnie Darko (EUA, 2001) es de esos casos; una película de culto: aborda fantasía, ciencia ficción, romance y thriller psicológico, pero también un relato sobre decisiones, escapismo, sacrificio y espejismos; sobre lo que es y lo que parece ser, conviviendo en un mismo plano, cambiante según la perspectiva con que se mire y asimile, y que por ende resulta en muchas válidas interpretaciones.

 

Escrita y dirigida por Richard Kelly, la película está protagonizada por Jake Gyllenhaal, Mary McDonnell, Jena Malone, Maggie Gyllenhaal, Holmes Osborn, James Duval, Drew Barrymore, Patrick Swayze, Noah Wyle, Katharine Ross, Beth Grant y Daveigh Chase. Se ambienta en 1988 en Estados Unidos y sigue el viaje de Donnie, un joven contrariado, inadaptado y confrontativo, muy probablemente producto de su rebeldía adolescente y la incertidumbre respecto al futuro que muy pronto tendrá que forjarse, al entrar a la adultez. El joven comienza a ver en sus noches sonámbulas una figura disfrazada de conejo, Frank, que le dice que el mundo llegará a su fin en 28 días, 6 horas, 42 minutos y 12 segundos. Ese día Donnie regresa a casa para descubrir que el motor de un avión ha caído sobre su habitación. Su estancia fuera, en parte causada por sus aparentes alucinaciones o interacciones con lo desconocido, le salvaron la vida, pero dejan un importante misterio que lo marca; ¿coincidencia, buena suerte o destino?, la duda surge pues las autoridades no están seguras de dónde vino el artefacto, ya que ningún avión pasó por ahí la noche anterior.

 

Donnie le cuenta a su psicoterapeuta sobre las visiones y cómo siente que Frank lo ‘incita’ a actos de vandalismo, pero ella adjudica las alucinaciones a una esquizofrenia paranoica, a un diagnóstico de ‘desapego de la realidad’ que, considera, podría poner en peligro la vida del chico, dado que constantemente habla de muerte, violencia y ‘el fin’. Donnie, no obstante, platicando con su profesor de ciencias, en busca de una explicación, no forzosamente lógica, sino alternativa, se plantea la posibilidad de que se encuentre en medio de una de las vertientes resultantes de un viaje en el tiempo, de modo que lo que está viendo, Frank incluido, son manifestaciones de la energía que lo hace posible [las alteraciones en el orden natural del tiempo y el espacio], que se le presentan con el fin de ‘decirle algo’.

 

La realidad de su presente y las consecuencias de sus decisiones presionan cuando conoce a Gretchen, una joven recién mudada a la ciudad, porque su padre apuñaló a su madre; o cuando descubre que una antigua profesora de escuela escribió un libro sobre viajes en el tiempo, en que la autora describe exactamente todo lo que Donnie está experimentando; y finalmente cuando el círculo social que le rodea se desmorona mientras se autodestruye. Por un lado, está el choque político entre su padre Eddie y su hermana Elizabeth, ella a favor del candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, cuyas ideas progresistas hacen que Eddie insista en que su hija no está suficientemente informada o preparada como para tomar decisiones y/o para formarse un pensamiento crítico ‘válido’; reacción y rechazo que en parte refleja un cambio generacional de pensamiento, aunado a un padre, conservador, patriarcal, que quiere imponer sus ideales en lugar de dejar que Elizabeth asuma con responsabilidad su papel en la sociedad, como mayor de edad en su primera votación, y para fines prácticos, entrando activamente a la dinámica laboral y económica (productiva). El escenario es una sátira crítica a la familia ‘perfecta’ de los suburbios, aparentemente ideal, pero que esconde muchos problemas bajo la alfombra y que, aunque los conoce, se niega a cambiar, a fin de mantener las apariencias, que transmite de generación en generación, repitiendo el patrón tóxico una y otra vez.

 

Lo que sucede en casa de Donnie es muy parecido a lo que ocurre en su escuela, donde el intento de censura y el rechazo a las formas de expresión, arte y libertad se presenta luego de que una profesora propone a sus alumnos la lectura crítica del cuento ‘Los destructores’, de Graham Greene, libro que algunos de los maestros y padres más conservadores acusan de incitar a la rebelión. La lectura se orienta como intento de reflexión a partir de un acto vandálico en las instalaciones escolares, que en el fondo expresa una inconformidad general con el sistema [escolar, social y organizacional] y que fue realizado porque Frank ‘manda a Donnie’ a hacerlo.

 

La crítica y discordancia con la autoridad, las reglas y el orden establecido, impuesto y no siempre funcional, son algo propio de una sociedad truncada, fallida o estancada, predispuesta a rechazar al que quiere romper con el molde. Esta ‘rebelión’, que muchas veces no es más que ‘levantar la voz para defender un ideal que se cree correcto’ es, especialmente, una característica innata entre los jóvenes en etapa de formación, dado que están en proceso de conformar una opinión propia, crítica. ¿No es la rebeldía, con argumento y razón, esencial dentro de la evolución social? No todos reaccionan como Donnie, o como Elizabeth, o como Gretchen; muchos de sus compañeros son en efecto lo opuesto, el epítome de la indiferencia y la irresponsabilidad. ¿Qué tanto Elizabeth le lleva la contraria a su padre ‘sólo para molestarlo’ y qué tanto sus ideas se justifican en un argumento bien informado sobre la democracia? ¿Qué tanto los abusadores de la escuela sólo actúan recreando la negatividad de la que son testigos?

 

El cuento ‘Los destructores’ trata de una pandilla que derriba la casa de un hombre, desde dentro hacia afuera. Karen, la profesora de literatura, pregunta a Donnie su opinión sobre el relato. Él dice que la historia pretende ser irónica. “La destrucción es una forma de creación”, comenta, enfatizando también una de las ideas base de la película misma: la necesidad de derribar o destruir a fin de cambiar aquello que, de otra forma, no podría serlo. Habla de un fin como puerta a un nuevo comienzo.

 

Para Karen el texto no pretende enseñar que la respuesta es la violencia, o la destrucción literal, como acusan las autoridades escolares, sino busca más bien reflexionar sobre las ideas obsesivas alrededor del tema, que destruyen mucho más que el acto mismo, que es finalmente lo que sucede en la película: el acontecimiento de vandalismo es mínimo, en comparación con las reacciones que provoca y el choque de ideas que ello desata, entre opiniones encontradas, negadas al diálogo, propensas a imponerse sobre otras distintas y desencadenando una serie de eventos que llevarán precisamente a la tragedia.

 

Los profesores acusan que el escrito y la clase de literatura misma, la profesora incluida, están incitando a la sedición, a una insubordinación que altera el molde establecido y, por ende, conlleva al caos, al desorden, a romper reglas de tradición social. Pero si reaccionan radicalmente en lugar de intentar entender el mensaje realmente importante, incurren exactamente en aquello que reniegan, la incomprensión de todo lo que no empata con su modo de pensar.

 

Finalmente, la vida de estas personas se ve alterada por la presencia del orador motivacional Jim Cunningham, a quien Donnie considera un falso profeta que manipula con promesas de esperanza y bondad, para sacar provecho de los demás; que engaña explotando a personas de carácter débil, con un discurso manipulador de auto-amor, vendiendo videos motivacionales a través de su empresa de autoayuda.

 

Durante una de las clases, en que la profesora Kitty propone un ejercicio ético construido a partir de las enseñanzas de Jim, los estudiantes deben debatir si escenarios imaginarios que se les presentan son demostraciones de ‘amor’ o ‘miedo’, bajo la idea de que cada acto humano responde a uno u otro espectro. Donnie difiere e insiste que la vida no puede ser catalogada en dos rubros opuestos; bien y mal, correcto o incorrecto, positivo y negativo, sino que las cosas tienen sus matices, pues las decisiones responden a muchos factores del contexto, dado que la ética y el hombre no obedecen a concretos unidimensionales. El dilema empuja a la persona a elegir, pero no entre absolutos que forzosamente se contrarresten; de ahí la dificultad de elegir con sabiduría, consideración y practicidad, todo al mismo tiempo.

Frank puede ser visto como esa figura simbólica que representa la maldad, que corrompe a Donnie, pero el chico no hace nada que directamente dañe a alguien más, mientras se encuentra actuando bajo la ‘influencia’ de Frank, lo que entra en perspectiva especialmente al final, cuando sus acciones (Donnie quema la casa de Jim) develan que el orador motivacional era parte de una red de pornografía infantil, información que no habría sido descubierta de no haber sido por lo que Donnie hizo. ¿Es Frank entonces un aliado o un enemigo? Quizá no es ‘bueno’ ni ‘malo’ estrictamente hablando, porque no puede juzgársele sin conocer a fondo todo aquello que es; sus motivaciones. Qué tanto Donnie ‘tiene’ que hacer lo que Frank le dice, cuando parece que no tiene el mínimo control de sus actos, es además, debatible. Puede asumirse, desde otra perspectiva, que Donnie siempre ha estado en control de sus decisiones y sólo opta por escudarse en Frank para no tomar responsabilidad inmediata (y hablar con su psicoterapeuta de ello, puede ser una interesante referencia), porque para fines prácticos, Frank no es sino una manifestación de Donnie, de sus frustraciones miedos y dudas, escondidos en los pliegues de su inseguridad e incertidumbre.

 

Constantemente el chico lucha contra sus propias emociones, una crisis de identidad, de necesidad de control, y/o de liberarse del control de los demás, exigencia libertaria que surge una vez que es testigo de que todos, especialmente los adultos que mira como modelo o guía a seguir, parecen usualmente tan confundidos como él. Las ocasionales buenas intenciones, pero acompañadas de indiferencia e ignorancia de sus mayores, no engañan al ojo observador y ágil de alguien como Donnie. Karen quiere empujar a los alumnos a pensar críticamente a partir del sentido común, pero no encuentra ni las condiciones ni la disponibilidad de su entorno (escuela y colegas) para hacerlo. Kitty realmente cree en mejorar el mundo, pero su sueño idílico no es realista ni práctico, porque opta por la apariencia de felicidad en la superficie, presa de los engaños de la sociedad decadente en la que en realidad vive. Rose misma, la madre de Donnie, se preocupa por sus hijos y se interesa, pero nunca más allá de su ‘obligación como madre’, de esa tarea y fachada formal que la sociedad demanda de ella, distante entonces en el fondo de la realidad e interacción con su familia.

 

¿El mundo se acabará en 28 días para Donnie, porque va a morir, o se acabará para todos, no literalmente, sino en el sentido de que, con la muerte de él, todo cambiará para la mayoría de quienes viven a su alrededor?

 

Una vez que Donnie se planeta la idea de la posibilidad de los viajes en el tiempo, comienza a preguntarse sobre la viabilidad de cambiar el pasado o el futuro. Su instinto es que, si Frank y ese gusano temporal que tiene la habilidad de ver en el tiempo, le permiten conocer qué sucederá, con ese conocimiento puede decidir cada desenlace a su antojo, cambiando el pasado o el futuro según elija. El análisis lleva a una reflexión sobre destino frente a libre albedrío, e incluso la predisposición a creer, o querer creer, en una fuerza o poder divino que ‘mueve los hilos’ y que, al convertirse en ello, Donnie es quien coloca las piezas en el tablero. “Toda entidad viviente sigue un sendero preestablecido. Y si puedes ver tu sendero o canal, entonces podrías ver el futuro. Esa es una forma de viajar en el tiempo”, plantea Donnie. A lo que su profesor le responde: “Estás contradiciéndote. Si pudiésemos ver nuestros destinos manifestarse visualmente, entonces tendríamos la opción de traicionarlos. El simple hecho de que esa opción existe, sería el fin de todos los destinos establecidos”.

 

Aceptar el miedo y la soledad, la apatía dentro de su propia existencia, cambiando conforme acumula experiencias, impactan a Donnie de una forma que lo invita a dejar de sostenerse en los otros. La historia se desarrolla en un mundo o sociedad que se desmorona por las piezas frágiles que la sostienen, pero que eligen la aparente sensación de funcionar, producto de una autodestrucción que, sin darse cuenta o entenderlo, enajena, promoviendo estancamiento, no soluciones, y miedo, no iniciativa, que es lo que sucede aquí; que es lo que sucede en muchos rincones de la sociedad moderna. A veces la confusión es la respuesta y la solución recae en la duda, en aceptar que hay cosas que no se pueden entender.

 

¿Donnie realmente padece esquizofrenia o imagina todo y las alucinaciones están sólo en su cabeza?; o, ¿es Donnie el ‘elegido’ por una fuerza X que le da la habilidad de cambiar el mundo y de mejorarlo, viajando en el tiempo (como parece estar predestinado)?

 

La historia habla de una cadena de eventos que, aunque se sirva narrativamente de ‘la paradoja de predestinación’ (un bucle temporal que, por principio, corre dentro un ciclo predestinado: el futuro sucede porque el pasado ya ha sido cambiado, así que ese viaje para influir en el pasado, ya sucedió, de ahí que el futuro sea como es), usa la herramienta para hablar sobre decisiones y consecuencias, sobre responsabilidad y compromiso, pero también para evidenciar la realidad de que, a veces, no se puede, ni debe, controlarlo todo.

 

En la cinta, se han creado dos universos paralelos, una realidad alternativa que podría colapsar con la otra en cualquier momento (o en 28 días). El concepto permite hablar de la forma como las personas están interconectadas por sus decisiones, tomando acciones que, muchas veces sin notarlo, impactan en la vida de otros. Es esa estructura no convencional, si bien de pronto confusa y no siempre fluida, la que permite poner en perspectiva esto, gracias a que en ella, en el juego entre tiempo y realidad, la historia plantea preguntar: ¿Cambiaríamos algo si supiéramos que el futuro no es el perfecto soñado que siempre ideamos? ¿Modificaríamos el presente si supiéramos que la oportunidad de un futuro mejor está en nuestras propias decisiones? En ambos casos, ¿no es así la vida, un incierto que se recorre, esperando ayudar a construir el mejor de los escenarios posibles?  Quién es Donnie sino simplemente alguien (todos nosotros) dándose cuenta que el futuro existe porque el presente se forjó (en decisiones), a partir de un pasado (experiencias).

 

Donnie Darko

Dir. Richard Kelly

Estados Unidos, 2000

 

 

Foto: Diana Alcántara

Diana Miriam Alcántara Meléndez | México

Escritora, periodista y amante del cine, además de estudiosa de la comunicación, el guionismo  y el cine en general. Leer, escribir y ver películas son algunas de sus grandes pasiones. Tiene publicados dos libros: ‘De Cine’ y ‘Reflexiones sobre guionismo.

 

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