La Favorita

Por: Diana Miriam Alcántara Meléndez

 

El oportunista aprovecha las circunstancias para sacar algo a su favor, el manipulador maneja hábilmente el medio a su alcance para influir hasta que las cosas salgan como desea, y el convenenciero es alguien que vela sólo por sus intereses y deseos, sin reparar en preocupaciones o repercusiones. Las tres personalidades están bien representadas en la película La favorita (Reino Unido-Irlanda-EUA, 2018), una historia sobre engaños y mentiras, sobre manipular y plantar trampas para que la caída del otro beneficie a quien las planea; sobre escalar en la pirámide social procediendo por medio de falsedades e intrigas, y sobre valorar el beneficio propio hasta el punto en que destruir para sobresalir se vuelve la única filosofía de vida.

 

Protagonizada por Olivia Colman, Rachel Weisz, Emma Stone, Nicholas Hoult y Joe Alwyny, se trata de una historia sobre la lucha por el poder a través de personajes que avanzan sin escrúpulos ni honestidad. Dirigida por Yorgos Lanthimos y escrita por Deborah Davis y Tony McNamara, la cinta obtuvo diez nominaciones al Oscar: mejor película, director, guión original, actriz (para Colman), actriz de reparto (para Weisz y Stone), fotografía, diseño de producción, diseño de vestuario y montaje, ganando solamente uno: actriz principal. La historia se centra en la relación entre Ana Estuardo, Reina de Gran Bretaña e Irlanda(1665-1714), con su confidente y amiga Sarah Churchill, Duquesa de Marlborough (1660-1744), ante la llegada de la prima de ésta, Abigail Masham (1670-1734), quien eventualmente consigue el favor de la reina por encima de la duquesa, una vez que aquella, que administra los asuntos políticos del país, se inclina por los intereses de los ‘whigs’, el partido liberal, pese a que Ana no desea alejarse de los ‘tories’, el partido conservador, llevando al deterioro de la relación entre ellas, que Abigail aprovecha hábilmente a su favor.

 

Según plantea la cinta, la división entre partidos y posturas, más las intrigas políticas, así  como la discordia, fomentada por Abigail con insidia, entre Ana y Sarah, son la clave para que la recién llegada alcance su meta: escalar en sociedad y obtener favores y privilegios; así pues, en la duda y con intriga se encarga de entretejer rivalidad, desprecio y distanciamiento entre las, una vez, íntimas amigas. Su modo de operar es una actitud amable, aunque convenenciera, donde la sonrisa es falsa y la solidaridad calculada y llena de hipocresía, de modo que su aparente fiel y amigable presencia contraste hasta dañar la imagen de Sarah, una mujer de carácter más duro y regio.

 

 

El fin último tanto para Sarah como para Abigail es el poder de influencia, que saben pueden ganar sobre una débil de temperamento e insegura Reina Ana, marcada por el dolor de la pérdida de sus 17 hijos y la enfermedad de gota que limita su existencia, ahora manifiesta como consecuencia de ello en profunda tristeza, desinterés y la soledad. Sus motivaciones sin embargo, obedecen a razones ligeramente distintas; Sarah anhela, desea control sobre el gobierno y las decisiones del Estado, dado que su esposo se encuentra en el campo de batalla peleando una guerra contra Francia, pero además consciente de que su influencia puede cambiar las cosas tanto para ella como para el reino, toda vez que ganar la guerra traerá prestigio a su esposo, pero también colocaría a Gran Bretaña por encima de una potencia en ascenso como era Francia, por lo que varios, la Duquesa incluida, creían que la conquista era mejor estrategia, -si bien implica subir impuestos al pueblo-, que un acuerdo de paz, que es lo que proponía, y eventualmente logra, el partido opuesto.

 

Abigail, por su parte, actúa bajo intereses más personales, en el simple deseo de escalar socialmente hasta alcanzar un estatus privilegiado, lleno de comodidades, como cree que le corresponde, ya que fue educada en la alta sociedad pero su familia terminó en la pobreza por las malas inversiones de su padre, un comerciante, por lo que Abigail tuvo que trabajar como sirvienta para sobrevivir, tomando además la responsabilidad de velar por el futuro de sus allegados y hasta de su propio apellido.

 

 

La joven llega a la casa real a un puesto de servidumbre, patrocinado por Sarah, donde la realidad más dura no es el trabajo manual de cada día, sino las humillaciones y rechazo del resto de la servidumbre, que actúa así por el simple gusto de poder burlarse del más desafortunado. La lección que Abigail aprende en estas circunstancias es que sólo cuenta con ella misma para salir adelante y si quiere un cambio, no se trata de pedirlo, sino arrebatarlo. La falta de solidaridad y las oportunidades truncadas por la propia gente en su misma posición, la llevan a deducir que una actitud aparentemente débil bajará la guardia del otro y que en un mundo donde todos son enemigos, la falsa amistad es camino para derrocar al prójimo. Así comienza a trazar su plan, sirviéndose de información secreta que descubre por casualidad, actuando falsamente en favor de otros cuando es sólo una palanca para empujar sus propios objetivos, pero, especialmente creando discordia, desacuerdos y choque entre Ana y Sarah, de modo que para la Reina parezca que ella está de su lado  y su prima en su contra. El toque final es darle a Ana precisamente lo que quiere, para complacerla: atenciones y mimos, preferencias, alabanzas y halagos, a diferencia de Sarah, que procede bajo una dinámica más directa y honesta, bajo el entendido de que en su actuar concreto, verdadero y sin engaños hace evidente su lealtad y compromiso, porque así es ella quien controla la narrativa, manipulando a Ana, en lugar de reaccionar a lo que la Reina desea, que es el proceder de Abigail.

 

La película es una comedia negra, porque en la ficción exageran estos manejos mañosos de actuar convenenciero para influir con malas intenciones, pero al mismo tiempo, dibuja acertadamente un escenario de lucha por el poder, vil y maquiavélico, presente no sólo en la política, sino también en las relaciones humanas en general, donde las personas se aprovechan de las circunstancias, calumniando a otros, mintiendo fría y calculadoramente, provocando enturbiar el panorama o colocándose como víctimas para hacerse del favor de los demás.

 

La historia se plaga de personajes oportunistas, falsos, mentirosos e hipócritas, que proceden interesadamente, manejando la información y a las personas con astucia sigilosa, presiones emocionales, favores sexuales, confabulación cínica y chantajes despiadados que obliguen la situación para su beneficio.

 

Otro ejemplo claro es Robert Harley, cuyo interés por terminar la guerra y acordar un tratado de paz en realidad tiene el propósito de impulsarlo al puesto de Primer Ministro, que por ahora tiene el principal aliado de Sarah. Harley inicialmente encuentra un camino oportuno al notar cómo la división de las atenciones de la Reina hacia Sara y Abigail está creando una división de lealtades entre las tres, por lo que comienza con amenazar a la segunda a cambio de conseguirle información útil que pueda usar ventajosamente en el Parlamento para hacer quedar mal al partido contrario, y quedar bien él ante el ojo del resto de los políticos. Viéndose en desventaja ante la dinámica en la que Harley saca un beneficio de su relación y ella no, Abigail luego exige un favor a cambio, de modo que su alianza se sostiene por el grado de ventaja que las partes obtienen de la relación, no la lealtad mutua o intereses similares de los involucrados.

 

Ningún personaje es particularmente honorable, al contrario, su actuar se caracteriza por una falta de valores y humanidad. Sarah podrá justificarse en la responsabilidad que siente, aunque en realidad anhela y disfruta guiar al país si la Reina no tiene la capacidad para hacerlo; Abigail puede argumentar que el mundo injusto y cruel la ha empujado a hacer todo por sobrevivir, pues de cualquier otra forma terminará siendo nada ni nadie en la vida, porque el modelo social no está diseñado para que las personas encuentren oportunidades o superación; y Ana misma podrá pensar que la realidad de su trágica vida, en la que como Reina es una figura simbólica y como mujer no es valorada ni escuchada, la han llevado a un encierro enfermizo marcado por las falsedades, pues todos la tratan y se le acercan escondiendo sus propios intereses bajo la manga; al final, el proceder de todos es el mismo, ruin por el simple deseo de lograr el beneficio propio a toda costa, poniendo la agenda personal por encima de cualquier cosa, dado que el prójimo hará exactamente lo mismo. Una lucha de personalidades y poderes para sobresalir sobre los demás.

 

Como lo escenifica y plantea la película, la esperanza parece no estar de parte de la humanidad cuando toda relación social se construye en el odio y el desprecio, la desconfianza y la rivalidad;  el enfermo es tachado de inútil,  el débil es explotado o marginado, la política sirve a quienes tienen el poder pero no ayuda a quienes se supone tiene que servir; el pueblo, el individuo más abajo en la escala social no opina ni aspira a nada, y quien está arriba en la escala social sólo está interesado en la banalidad de una vida privilegiada llena de lujos y ostentaciones, así que es más importante alardear y esconder los problemas tras una aparente felicidad, que descubrir qué tanto se esconde el individuo como persona de la tan presente decadencia humana.

 

Con ello, la película habla también de cómo las cosas pueden ser hábilmente manejadas tras hilos invisibles de manipulación e intriga, que trazados con pericia parecen imperceptibles. Ana flaquea como Reina por su carácter dependiente y débil, así como por su falta de decisión y firmeza; quien la controla a ella controla la circunstancias, no sólo políticas, sino también sociales. Harley desea convertirse en Primer Ministro para tomar ventaja en el Parlamento y fortalecer su carrera política, en tanto Abigail, por ejemplo, cobra sus favores a fin de abrirse camino para escalar socialmente, arreglando un matrimonio y título de nobleza que le gane un estatus específico; ambos además procediendo con una estrategia cruel que sólo alimenta el deseo de venganza de aquellos a quienes pisotean. ¿Son ellos peores personas que Sarah, que manipula, pero al menos se muestra leal con sus allegados, a diferencia de los otros que actúan sin el mínimo rastro de apego emocional hacia nadie? Los objetivos buscados –beneficio social, prestigio ideológico o poder político, según el caso- ¿son factor que justifica sus conductas (el fin justifica los medios) o pretextos ideológicos que encubren conductas egoístas y discriminatorias?

 

En un ambiente en que las personas administran secretos, la iniciativa para parecer proactivo es un plan con maña, las amenazas van escondidas en el protocolo social y cada quien juega su propio juego. ¿Es posible que haya honor entre las personas? ¿Las relaciones sociales se convierten o son en esencia un juego de poder?

 

La sátira social de la cinta va directamente enfocada a la ambición como vehículo de la perversión del ser, que destruye anhelos, genera envidias, divide sociedades y promueve la corrupción, en el sistema pero también en las personas. ¿Qué queda en una sociedad en la que todos pelean contra todos, buscando sólo su propio beneficio? ¿Quién prevalece, o quién ‘gana’, cuando la destrucción manda a las personas hacia el declive humano y social? ¿Sarah, quien es desterrada pero finalmente se libra del yugo de una reina que la asfixia y un sistema que la excluye? ¿Ana, que pierde una amiga pero gana una doncella que le dirá todo lo que quiere oír, que alimenta su vanidad mientras gane algo a cambio? ¿O Abigail, que consigue su posición social privilegiada para pagar con humillaciones de una Reina que nunca le dará verdadero poder ni la considera su amiga porque la resiente por lo que representa, el destierro de su amiga?

 

La respuesta simple es ‘ninguna’, porque así es el poder, pasajero, relativo, escurridizo, depredador y más distante que palpable, incluso cuando se tiene en las manos; retorcido y despreciable, como la historia presenta a estos personajes y sus historias, basados en personalidades de la vida real pero construidos en la ficción, aunque reflejando más que nada, cínica, pero así también crítica y reflexivamente, verdades palpables del actuar humano oscuro y destructor en el mundo contemporáneo.

 

La Favorita

Dir. Yorgos Lanthimos

UK, 2019

Trailer

2:08

 

 

 

Foto: Diana Alcántara

Diana Miriam Alcántara Meléndez | México

Escritora, periodista y amante del cine, además de estudiosa de la comunicación, el guionismo  y el cine en general. Leer, escribir y ver películas son algunas de sus grandes pasiones. Tiene publicados dos libros: ‘De Cine’ y ‘Reflexiones sobre guionismo.

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